Cinco Villas, Aragón Slow Driving

Las Cinco Villas eran el lugar que, por una razón u otra, nunca visitábamos. Siempre estaba pendiente en nuestra lista, siempre era candidata para una escapada, y siempre se quedaba fuera, pese a estar tan cerca de casa.

Pero hace unas semanas lo decidimos: queríamos un plan tranquilo, un viaje para disfrutar desde el momento en que saliésemos por la puerta, sin madrugar, sin el agobio de aeropuertos y  horarios, sin que el viaje fuese un peaje a pagar, sino el motivo mismo de hacerlo. Y así, cogimos el hotel en un arrebato nocturno de último momento y al día siguiente, después de desayunar e improvisar una maleta, emprendimos el camino.

Conocíamos más o menos el itinerario, habíamos estado por una parte de la zona en moto, recorriendo carreteras tranquilas, pueblos de sosiego y paisajes de verdad. Lugares que deseas que sigan siendo poco conocidos, para evitar que acaben siendo explotados, en ese egoísmo que tenemos los que vivimos tranquilos en el mundo rural.

Salimos de casa sin prisa. Primera parada, Ayerbe. La plaza, la torre del reloj y lo que para nosotros es un imprescindible: el Centro de Ramón y Cajal, una figura fascinante, una mente que se adelantó al siglo XX. Un Nobel de altura.

Después, una de nuestras carreteras favoritas, hasta Santa Eulalia de Gállego, cruzando el río por su puente de hierro. Nos encanta, como el que cruza el Embalse de la Peña.

Puente Santa Eulalia de Gallego

Poco a poco nos fuimos adentrando en la sierra de Santo Domingo, y llegamos, curveando tranquilamente, hasta  Fuencalderas, el primer pueblo de las Cinco Villas para nosotros, y Biel.

Biel_Cinco_Villas

Por fin, a la hora de comer, llegamos a Uncastillo, donde habíamos reservado un par de noches en un capricho de alojamiento. Aunque somos de alojamientos sencillos, incluso de couchsurfing, a veces apetece algo especial. Esta era la ocasión, y el lugar no pudo ser mejor.

La Posada Uncastillo

Una vez instalados, y ya en nuestra salsa (de piedras, se entiende), dedicamos la tarde la a pasear por el pueblo, declarado Conjunto Histórico desde 1966: seis iglesias románicas, los restos del castillo,  la judería, incluyendo algunos pasajes/callizos, parte de la sinagoga, la lonja y el trazado urbano medieval…

Uncastillo

Uncastillo_de_noche

La mañana siguiente la dedicamos a visitar un lugar que nos apetecía mucho, y que recomendamos: el yacimiento Romano de Los Bañales. De la mano de Pedro, uno de sus arqueólogos, recorrimos durante más de dos horas sus rincones, repasamos la historia de cada fase del yacimiento, de su pasado, presente y futuro. Como siempre os contamos, somos un poco especiales con las visitas guiadas,  no resulta fácil encontrar alguna que nos guste, pero esta nos encantó. Somos ese tipo de gente a la que nos gusta que la visita a un lugar así nos la haga un  historiador o historiador del arte, que sepa y tenga base para resolver dudas y crear contexto. Los carnés de guías nos parecen una soberana tontería, y se demuestra a menudo (tal y como nos pasó la tarde anterior visitando la judería de Uncastillo, una pena).

Los Bañales_domus_acueducto

visita_Los_Bañales

Tras echar la mañana entera pateando el yacimiento, y la cerveza de rigor, nos fuimos a Sádaba con la intención de pasar allí la tarde. Es, tal vez, la más decadente de las cinco villas históricas, así que decidimos seguir conduciendo sin rumbo, y acabamos sin pretenderlo en Castilliscar.

Sádaba

La última jornada estaba prevista en Sos del Rey Católico, que nos pareció más un escenario que otra cosa. Pese a ser festivo y haber bastante gente, muchas de las casas estaban cerradas a cal y canto, y las pocas que tenían la puerta abierta era porque albergaban un negocio. Sin duda, la escultura a Berlanga tiene más significado de lo que parece… Viendo el plan, salimos corriendo de allí hasta Luesia, y emprendimos la vuelta parando de nuevo en Biel.

Berlanga en Sos del Rey Católico

Y como hace poco se presentaba la web Slow Driving Aragón,  (o cómo conducir por malas carreteras y denominarlo «turismo con encanto», porque si no estás acostumbrado, igual no lo disfrutas tanto) y tal vez has acabado aquí buscando información sobre la ruta de los castillos, que es, precisamente, la que recorre de manera más amplia la zona, estos son nuestros imprescindibles:

  • Ayerbe: C.I. Ramón y Cajal.
  • Biel: croquetas y quesadillas en El Caserón (si te quedas sin sitio para comer, como nos pasó a nosotros).
  • Visita guiada al Yacimiento de Los Bañales. No lo veas por tu cuenta, no entenderás ni un 10% de lo que tienes delante.
  • Uncastillo: Duerme (y cena) en La Posada. Come en Uncastelum.

 

¿Se puede disfrutar hoy Barcelona?

Seguramente, ya habrás estado en Barcelona. O tal vez no, y estás buscando información para visitar una de las ciudades más turísticas del mundo y, como todos buscamos, conseguir encontrar su esencia (que la tiene), entre los millones de turistas anuales que la recorren a toda prisa cada año.

Barcelona
Barcelona a tus pies.

Barcelona es Mar Mediterráneo de punta  punta, ciudad vieja de palacios góticos, luz cálida en invierno, modernismo y Gaudí, pero también Domènech y Montaner, entre muchos otros. También es revolucionaria, alternativa, amante del buen vermouth y de los paseos, de tiendas de libro viejo y otras en las que encontrar de todo. Barcelona se pensó para ser paseada, y a nosotros nos encanta en invierno, cuando el clima es más benigno que en otras zonas, como la nuestra.

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Las típicas fotos de Barcelona. Pero siempre hay más.

Si ya has visitado todos los lugares de las listas y guías de viajes y quieres más; si la visitaste hace tiempo y quieres volver, o si quieres conocer Barcelona y evitar la masificación actual, estas son nuestras recomendaciones. Tan subjetivas y personales como cualesquiera otras, pero basadas en la experiencia de nuestros viajes. Sólo eso.

 

  • Los alrededores de Las Ramblas. Es, con diferencia, la calle más conocida y transitada de la ciudad, donde se concentra todo el mundo. Sal y métete por las calles que desembocan en ella, ya sea a derecha o izquierda. Evita la Boquería o la Plaza Sant Jaume (o pasa de largo si te pilla de camino) y te adentrarás en los barrios más antiguos y con solera de la ciudad, donde los vecinos resisten contra la gentrificación, los alquileres turísticos ilegales y mantienen las pequeñas tiendas de barrio.

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  • ¿Mercados? Si, pero otros. Como ya hemos dicho, evita La Boquería, y aprovecha para comprar o comer en los más tranquilos, como el de Santa Caterina. No te pierdas el dominical de San Antonio (antiguo «Los Encantes») si te gusta el coleccionismo y el libro viejo.

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  • Visita la catedral, no la Sagrada Familia. Gótico Mediterráneo en estado puro, en uno de los edificios más antiguos de la ciudad, y su plaza, escenario de ferias y mercados en fechas señaladas. Tiene horario de libre acceso (para el culto) y horario para uso turístico y cultural, «con donativo», como suele ser habitual en los edificios religiosos en España.

Catedral_Barcelona

  • Si quieres pasear por el Barrio Gótico, que sea a primera o última hora, cuando aún no han llegado o ya se han ido los turistas de crucero. Y así podrás disfrutar de las actuaciones de los músicos callejeros, de los patios medievales y de algunos museos o archivos, que se encuentran ubicados en espectaculares edificios, como el MUHBA, Museo de Historia de Barcelona, para ver cómo se ha desarrollado y evolucionado la ciudad a lo largo de los siglos.

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  • Las vermoutherías, tus nuevas amigas. Aunque en algunos lugares se están poniendo de moda, aquí nunca se fueron. Disfruta del vermouth o de los vinos de mesa tradicionales. Disfruta de la buena vida: copa, conversación y compañía. Eso sí, si catas, consume, que ya son demasiados los que prueban todos los vinos y se van tan frescos. Aunque nadie te dirá nada por ello, no es de recibo. El día que echen el cierre, todos saldremos a llorar por ello, pero casi nadie sabrá decir lo que costaba una jarra de vino en el establecimiento.

collage vermú en Barcelona

  • Volviendo al Raval, el bar Marsella está considerado como el café más antiguo de Barcelona, con sus espejos y suelos hidráulicos, algunos originales. Fundado en 1820, está situado junto a la Filmoteca de Cataluña. Un aire bohemio, decadente, de otro tiempo… que se confirma cuando conoces la bebida estrella del lugar: Absenta. Y merece la pena probarlo, la preparación lo convierte en algo muy parecido a un pastis francés. El Ayuntamiento de Barcelona compró el edificio para salvarlo de la demolición y, gracias a eso, podemos seguir disfrutando del establecimiento.

Bar Marsella

  • Librerías, como la Central del Raval, una antigua iglesia reconvertida en una librería de referencia en temas políticos y sociales, o la Llibreria Calders, una librería que nos gustó mucho por su contenido, aunque pueda formar parte de esos procesos de gentrificación de los que tanto hablamos.

Central del Raval

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  • Por supuesto una pista que siempre seguimos en esta ciudad es el rastro de George Orwell. Es algo evidente en la plaza que lleva su nombre, pero nos interesa más la impronta que dejó en él la ciudad revolucionaria que conoció en 1936, y cómo su experiencia en el Frente de Aragón influyó  de manera determinante en el resto de su obra. ¿Te interesa más el tema? Te recomendamos las visitas de Barcelona Rebelde, con Salva, y verás la ciudad como nunca hasta ahora. Busca sus obras en las librerías de Barcelona y acércate a uno de los autores clave para comprender el siglo XX y descifrar el XXI.

 

Madrid: pequeños pueblos con Plazas Mayores

De Madrid ya os hemos hablado alguna vez, es una ciudad a la que nos gusta mucho ir y seguir descubriendo poco a poco sus secretos porque, de alguna manera, Madrid engancha. Por cierto, uno de nuestros últimos hallazgos en redes ha sido Un sereno transitando la ciudad, una página hecha con mucho cariño por alguien enamorado de la capital, que transmite el sentimiento en cada foto o entrada, muy recomendable si visitáis o vivís en la ciudad. Y fuera de la capital, Alcalá de Henares siempre tendrá un rincón de nuestro corazón. Pero teníamos una espinita clavada: nunca habíamos estado juntos en la plaza de Chinchón. Un capricho que, por unas razones u otras, nunca había llegado, hasta hace poco.

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Viajando a Full y Vivir o Rutina, de viaje.

Con la excusa de unos días libres nos fuimos a visitar a unos amigos a un pueblecito de la sierra, Colmenar del Arroyo, y tuvimos claro que, en esta ocasión, no íbamos a pisar la ciudad. Queríamos conocer otro Madrid, pausado, más tranquilo, por carreteras secundarias y pueblos, tomando cafés en pequeñas plazas mayores, con buenas conversaciones y mejor compañía.

 

Antes de empezar, y ya que estábamos «al otro lado de la sierra» aprovechamos la cercanía para visitar, en la provincia de Segovia pero apenas a unos minutos de casa, los Toros de Guisando, unas esculturas vetonas que en el norte peninsular no se conocen, pero que a partir del centro, y cuanto más al suroeste y cercanos a Portugal nos encontremos, más habituales son. Unos de esos vestigios que nos acercan a los pueblos que vivieron en la península antes de la romanización, y de los que vamos descubriendo pequeños aspectos, aunque muy despacio.

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Toros vetones de Guisando.

El Valle del Sol fue todo un descubrimiento de nuestros anfitriones, un paraje perfecto para dar algunos paseos por el campo, incluido el búnker de la guerra civil conocido como Blockhouse 13.

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Valle del Sol, Madrid.
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Blockhouse 13

Pero íbamos a lo que íbamos, y por fin, pudimos conocer Chinchón. Recorrimos las calles sin prisa, su iglesia fortificada, tomamos vermouth en su plaza, la fotografiamos desde todos los ángulos… No nos cabe duda, la fama es merecida: uno de los pueblos más bonitos de la comunidad.

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Chinchón, verde y porticado.

De hecho, nos gustó tanto que decidimos hacer una ruta por otras localidades cercanas con plazas similares (aunque, eso si, ninguna igual). Lo de las Plazas Mayores en el centro de España es otro nivel, amigos. Aún siendo sencillas y con entramados de madera, esas plazas aportan personalidad y encanto al pueblo más soso, haciendo honor a su carácter de centro de vida social. Si os gustan tanto como a nosotros, la Comunidad editó hace unos meses una guía para recorrer 99 pueblos y sus plazas, que podéis descargar aquí. Para morir de amor yendo de plaza en plaza. Nosotros recorrimos unas pocas, lo justo para saber que tenemos que volver y que queremos verlas todas!

Colmenar de Oreja fue nuestra siguiente parada. La llaman la «bella durmiente» por ser una de las plazas más bonitas de la zona, y de las menos conocidas. A nosotros nos llamó mucho la atención la iglesia, fortificada, y los porches, pasajes y escaleras que abundan en torno a ella.

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San Lorenzo del Escorial y su monasterio lo dejamos para el último día, para no romper el ritmo de lugares tranquilos que llevábamos. Desayunamos sin prisa en su plaza: aquí ya cambia la arquitectura, se nota que estamos en un pueblo de sierra y frío, abunda la piedra, pero lo que marca de verdad su carácter es la omnipresencia del Monasterio, apenas dos calles más allá de donde nos encontramos.

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Merece la pena la visita aunque sólo sea por ver la biblioteca, una de las más bonitas que hemos visto en España. Como no dejan fotografiarla, la imagen es de Patrimonio Nacional, y os aseguramos que hace verdadera justicia a la belleza del lugar.

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Como truco, si vas con tu coche: aparcar en la zona delantera del Monasterio es complicado, está regulado por parkímetros y suele ser un poco agobiante. Pero, apenas a cincuenta metros, saliendo a una plaza lateral por un arco, tienes una gran zona de aparcamiento, casi siempre libre y, además, exenta de pago. Pero los turistas no llegan hasta ahí, ya que coches y buses se dan la vuelta en la misma plaza y salen por donde han entrado. Eso sí, no se lo contéis a nadie…

Vista de San Lorenzo del Escorial desde la silla de Felipe II
San Lorenzo del Escorial desde la silla del rey.

 

Y tú, ¿ya has visitado las plazas mayores de Madrid?

Ruteando por el Bajo Aragón

Teruel es una provincia desconocida y una auténtica joya en bruto. Además de la capital (aquí puedes ver nuestro fin de semana en Teruel) tiene un buen número de pueblos para enamorarse. Posiblemente sea la provincia de España con más localidades incluidas en la asociación Los Pueblos más Bonitos de España y, como nos pilla no muy lejos de casa, aprovechamos siempre que podemos para escaparnos por allí, especialmente por la parte de la provincia que se conoce como el Bajo Aragón Histórico:

 

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El mapa es de esta web.

 

Alcañiz es la principal población de la zona,y es un buen punto de partida, aunque si vas a estar varios días, te recomendamos que vayas cambiando tu alojamiento, para evitar idas y venidas innecesarias. Además, así disfrutarás de algunas casas rurales que son puro amor. Si eres aficionado al motor, la conocerás por su legendario circuito urbano, el «Guadalope» y por el actual, «Motorland». Si te apetece ir, pero el barullo de Moto GP te echa atrás o se escapa a tu presupuesto, que sepas que hay actividades durante todo el año, mucho más económicas o incluso gratuitas, y sin aglomeraciones. Una visita a su web te sacará de dudas.

Pero también tiene su propia historia. El Ayuntamiento, con su porche y arcadas apuntadas tan típicas en la zona, te darán buena idea de lo que irás viendo. Justo bajo la plaza, entrando por la Oficina de Turismo, se accede a los neveros, un entramado de galerías y bóvedas que recorren el subsuelo y que se usaban para abastecer de hielo y nieve a los habitantes de la zona. Hay una ruta por diferentes pueblos que los han recuperado denominada «Las Bóvedas del Frío».

Plaza de Alcañiz

 

Desde la misma oficina, además, podréis visitar uno de los refugios usados durante la Guerra Civil y conocer la historia del bombardeo de Alcañiz, uno de los más duros y sangrientos del conflicto, aunque apenas se conozca.

Refugio Antiaereo Alcañiz

El castillo de los Calatravos hoy acoge el Parador de Turismo y, en verano, es el escenario del Festival de Artes Escénicas. No te vayas sin probar las tapas y el vermouth del Hotel Guadalope; nosotros ya no pasamos por allí sin hacer la correspondiente paradita.

Tapas Hotel Guadalope

A partir de aquí, las posibilidades son muchas, tantas como pueblos hay por la comarca. La recomendación: perderse por carreteras entre olivares, una de las señas de identidad de la zona (si te gustan las aceitunas, estás en el paraíso), por vías secundarias donde abundan las motos y las caravanas. Recorridos tranquilos y sin grandes grupos, sólo parejas o amigos, a veces solos, recorriendo esa parte de una de las provincias más despobladas. Podrás parar en cualquier mirador, ermita, yacimiento o lugar que te interese, sin seguir ningún mapa o guía.

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Puedes elegir cualquier carretera y descubrir un itinerario con los pueblos que van apareciendo a tu paso. Y así, visitar Calaceite

Calaceite

 

Cretas… (Por cierto, aquí se encuentra el Centro de la Lengua Íbera).

Cretas

Valderrobres, mucho más conocido y turístico…

Valderrobres

O La Fresneda, por poner un ejemplo.

La Fresneda

También puedes seguir la Ruta de los Íberos, uno de nuestros últimos descubrimientos por allí, y eso que le teníamos ganas desde hace tiempo. Se trata de una red de yacimientos señalizados y abiertos, junto a diferentes centros de interpretación por varios pueblos, que te acercarán hasta el pasado más desconocido de nuestra historia: los pueblos que habitaron esta parte de la península antes de la invasión romana. Su metalurgia y alfabetos sorprenden por avanzados y complejos, rompiendo el concepto que tenemos de la Protohistoria y sus pueblos, a medida que se avanza en el descubrimiento y análisis de los datos arqueológicos. Y, también hay que decirlo, a medida que van cayendo las redes de expoliadores y «coleccionistas» privados.

Ruta Iberos Bajo Aragon

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Y aunque cualquier época del año es buen momento para descubrir la provincia, acércate si tienes ocasión en Semana Santa, y vívela como lo que es aquí, una celebración al ritmo de los bombos y tambores. Algunas «rompidas», como la de Calanda, son abiertas a cualquiera que llegue a la plaza con el hábito puesto y el tambor al hombro, aunque siempre de forma respetuosa, eso sí . No te asustes, poco tiene que ver con la religión, aquí la pasión se interpreta de otra manera.

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Y aquí nos tenéis, en medio de la plaza de Calanda, la mañana de un Viernes Santo, dispuestos a romper la hora.

 

Por descontado que estos son los días más turísticos del año en la zona, sobre todo jueves y viernes, pero si no tienes prisa y puedes esperar hasta el domingo (de Resurrección, hablando en términos de la Semana Santa), verás unos pueblos transformados, en el que toda la masificación de los primeros días se ha convertido en un momento en el que sólo quedan «los de casa», en una especie de despedida colectiva, en la que muchos se separan con la misma fórmula: «Hasta el año que viene, hermano». Y entonces, sientes la verdadera emoción.

Deformaciones profesionales II: todo lo que una biblioteca puede hacer por ti, viajero.

Que publicásemos en primer lugar la entrada dedicada a las Oficinas de Turismo ha sido casualidad, además de que estaba preparada mucho antes que esta. Pero es más lógico, menos extraño y más habitual para el turista y viajero  realizar consultas ahí que en el lugar que ahora nos ocupa: las bibliotecas.

Nos hemos servido de ellas en todos los lugares por los que hemos deambulado, tanto en América como en Europa, y hay que decir que fueron las instalaciones más útiles y precisas que encontramos siempre. Al fin y al cabo, es lo más lógico, buscar información allá donde se encuentre.

Vayamos poco a poco, relatando cómo comenzó nuestro idilio con ellas. Quique, como sabéis, se dedica a este mundo de los libros y documentos. En uno de nuestros (muchos) días de desesperación por el Yucatán, sin encontrar nada de lo que buscábamos y sintiéndonos empujados hacia las corrientes comerciales que queríamos evitar, se le ocurrió (¿por qué no?) utilizar un lugar de acceso libre y universal a la información: las bibliotecas públicas de las ciudades por las que pasábamos. Y no fue tan mala idea.

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Esta es toda la información que nos encontrábamos en los yacimientos, y no nos servía de casi nada.

 

En primer lugar, nos trataban de maravilla, pues los primeros sorprendidos al vernos dentro del edificio eran los empleados. No debía ser algo muy frecuente eso de recibir consultas de turistas, que es lo éramos. Además, el requisito para hacer uso de las instalaciones era más que sencillo: inscribirse en el libro de registro, situado en el mostrador de entrada, y listo. Libre acceso a toda la información.

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Biblioteca de Oaxaca, México.

Aunque tiene un pequeño inconveniente: esa información se encuentra «en crudo», es decir, hay que trabajar un poco para localizarla dentro de documentos más generales (atlas, enciclopedias, libros de arte o historia). Algo que desde que nació Wikipedia hemos olvidado… Pero esto nos permitía acceder a guías y recursos locales alejados del cauce comercial, casi siempre realizados años antes de la explotación turística del territorio, por lo que la diferencia de intereses con los que fueron creados era notable. Y eso repercutía (y mucho) en los contenidos de los mismos. Además, sólo hacía falta hablar unos minutos con las encargadas de la colección (sí, se confirmaba el mito: todo el personal era femenino) para que nos trajesen docenas de documentos, nos hiciesen recomendaciones, nos dijesen lugares alternativos, rutas, formas de llegar… Vamos, lo que íbamos buscando!!!

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Otra ventaja indiscutible de las bibliotecas es su absoluta imparcialidad. Es cierto que en Europa las oficinas de turismo, en su gran mayoría, también lo son, pero ello no impide que los enclaves de mayor afluencia turística marquen el contenido general de la información que proporcionan. Aunque, cada vez más, las líneas se diluyen en todos los aspectos, y en ocasiones es difícil diferenciar cuando estás en una oficina de turismo oficial, en una agencia o en un punto de información de una empresa privada de servicios turísticos, y que todos los empleados sean, además, honestos y no busquen sus comisiones o mordidas. Liberalización del servicio, lo llaman.

Un servicio añadido y que también nos vino de maravilla muchas veces es el acceso libre a internet dentro de la biblioteca. Es cierto que generalmente requería el uso de una clave o conectarse a redes concretas (no es un wi-fi libre en el sentido estricto de la palabra), pero ese trámite de acceder al recinto para usar el servicio compensaba casi siempre, obteniendo una red mucho más rápida, segura y fiable que las redes anónimas abiertas. Sobre todo en mesoamérica fueron una garantía de calidad y seguridad.

Y, además, todo esto lo hacíamos en un ambiente relajado, en amplias mesas, sentados casi siempre en cómodas butacas, sin nadie alrededor, en silencio, pudiendo comentar entre nosotros y con el personal posibilidades, combinaciones de rutas, lugares a descubrir…  sin prisas, sin nadie impaciente detrás haciendo cola, en lugares magníficos y dignos de contemplar… Todo lo contrario que nos encontramos en las oficinas, en las que, por mucho que se esfuercen, y más en lugares masificados, el paso de gentes es rápido, constante, bullicioso, estandarizado… Muchas veces, están ubicadas en lugares tan bonitos como la casa de las Conchas de Salamanca (¿lo sabías?) o palacios/ iglesias rehabilitados…

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La impresionante biblioteca de la UNED en las Escuelas Pías de Madrid.

Como «bonus-track», y adentrándonos más en lo logístico, las instalaciones suelen estar siempre en unas condiciones magníficas, así que son ideales para aprovechar e ir al servicio o darse un pequeño lavado si hace mucho calor fuera.

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Casa de las Conchas, en Salamanca, y Biblioteca de Llerena.

Así, las bibliotecas son un lugar en el que buscar y obtener una información, buen servicio y ambiente tranquilo, fuera de los canales habituales, pero, como contrapartida, exigen una cantidad de tiempo mayor, un esfuerzo y una implicación por nuestra parte que otros medios nos evitarán. Y si aún estás organizando tu viaje en casa, siempre puedes sacar prestada las guías que necesites en tu biblioteca habitual, en lugar de comprarlas. Todo depende de nuestras necesidades, ganas y disposición para preparar la ruta.

 

¿Pensarás en la biblioteca la próxima vez que prepares tu viaje?

 

 

 

El Frente de Aragón en Los Monegros

Hace mucho tiempo que queríamos iniciar una serie de entradas de un tema al que estamos muy ligados, el turismo de guerra, y del que hemos visitado múltiples lugares por Europa. Siendo monegrinos, era evidente que teníamos que empezar por la Ruta Orwell, y todos los vestigios que se recuperaron en Los Monegros hace más de una década, de manera casi pionera. Así que el 80 aniversario de la estancia de Orwell en España es la excusa perfecta para empezar con este mini-proyecto dentro del blog.

 

Orwell, el origen.

George Orwell, cuyo verdadero nombre era Eric Arthur Blair, llegó a España en diciembre de 1936, entrando al país por una Barcelona revolucionaria que le marcaría profundamente. Allí, su afiliación al P.O.U.M. le llevaría a coger las armas y ser trasladado al lugar donde más falta hacía, el Frente de Aragón. En esa línea se había estancado la guerra, sin que ninguno de ambos bandos consiguiera ganarle territorio al otro (y así seguiría hasta marzo de 1938). Su experiencia directa en las trincheras, donde el barro, los piojos y la escasez de todo eran los protagonistas, sería relatada después en una de sus grandes novelas: «Homenaje a Cataluña». Pero además, su experiencia en los sucesos de mayo de 1937 y su salida apresurada de España inspirarían otras novelas posteriores, todavía más conocidas: «1984» y «Rebelión en la Granja». Mucho después, un programa de televisión volvería a colocar su nombre en el lugar que su literatura debería hacerlo… pero esas son otras cuestiones.

Su estancia en la Sierra de Alcubierre, en pleno centro de Los Monegros, motivó la recuperación de diferentes vestigios de la guerra civil española, que hoy son visitables y conforman una completa ruta, centro de interpretación incluido. Aunque mucha gente conoce la posición republicana (la llamada Orwell), la sublevada y el Centro de Interpretación, la ruta incluye otros elementos, como búnkers, refugios y los restos del Aeródromo Alas Rojas de Sariñena, lo que da para pasar un par de días sólo recorriéndolos. Este sería un listado más completo de enclaves (la info de cada lugar, la podéis encontrar aquí) si queréis conocer un poco más el tema y las zonas relacionadas:

 

Ruta Orwell, posición Monte Irazo. 

Se trata de la posición republicana. En la A-129, Sariñena-Zaragoza. Desde hace unos años el acceso en coche sólo se puede realizar en un sentido, por lo que si no venimos desde Zaragoza, deberemos subir hasta el desvío de San Simón, dar la vuelta y coger el correcto. Encontramos aquí una posición muy sencilla y aislada, lo que nos da una idea de cómo debía ser el pasar largas temporadas allí. Dicen los historiadores que no es estrictamente la que pisó Eric Arthur Blair, pero tampoco nadie puede asegurar que no pasase allí algún que otro rato. ¿no?

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Posición Tres Huegas y monumento San Simón. 

Posición franquista y monumento a los caídos. Es la opuesta (política y geográficamente) a la anterior. Encontramos en este caso una posición pensada para permanecer largo tiempo ocupada, por lo que se creó con zonas de abastecimiento (era capaz de obtener, filtrar  y almacenar el agua del propio terreno), intendencia, descanso… además de las propias defensivas. Después de la contienda se levantó el monumento a los caídos, que, aún hoy, se sigue utilizando en días «especiales»…

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A veces te encuentras «sorpresas» en el monumento…

 

Además, tiene una de las mejores visiones de Los Monegros, desde la Sierra de Alcubierre. Hasta que no estás allí, no te crees que puedes ver en un solo golpe de vista Huesca, Zaragoza, Magallón, San Caprasio, el Moncayo, el Pirineo…

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Posición Santa Quiteria en Tardienta.

Situada junto a la ermita que le da nombre. Para nosotros, es la más espectacular de todas, por ubicación geográfica e historia militar. Como en todas las que han sufrido proceso de restauración, vemos una parte de lo que fue la posición existente en su momento, aunque el resto se puede adivinar o intuir en la mayoría de las ocasiones.

Posición Santa Quiteria Tardienta

Posición Santa Quiteria Tardienta detalles

 

Búnker de Lanaja.

Situado en la carretera que conduce a Cantalobos, apenas a unos cientos de metros tras coger el desvío desde la A-129. Mucha gente lo confunde con el acceso a una conducción hídrica de época árabe que existe un poco antes, a pesar de que no se parecen en nada. Es un nido de ametralladoras, modesto, pero bastante accesible y relativamente bien conservado. Se puede destacar de él que ha sufrido más por expolio (desapareció todo el hierro imaginable de su estructura) que por rehabilitación, aunque no quedan restos exteriores que lo contextualicen.

Bunker de Lanaja

 

Aeródromo Alas Rojas, Sariñena- Albalatillo.

Con una importante y desconocida historia a sus espaldas, rescatada por un vecino de la localidad, los restos del aeródromo, aún sin estar recuperados en su totalidad, son impresionantes. De hecho, no hay ninguno igual en toda España. Podéis conocer su historia más a fondo en el libro «Alas Rojas» o el documental «Alas Rojas, espíritus del viento» de Miguel Lobera. Si vais por Sariñena, el museo de la localidad tiene dedicada una sala, con una réplica de la bandera original incluida. La auténtica puede verse en la Sala de Laureados (Hangar 1) del Museo de Aeronáutica y Astronáutica (Museo del Aire) de Cuatro Vientos, en Madrid.

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Imágenes de la web de Albalatillo y el blog Os Monegros.

 

Refugio antiaéreo de Monegrillo. Construido bajo el cerro que se encuentra en lo alto de la localidad, está bastante bien conservado (además de restaurado). Para visitarlo hay que contactar con el ayuntamiento.

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Centro de Interpretación de la Guerra Civil en Aragón, Robres. Para nosotros es el eje de toda la visita (está abierto todos los fines de semana y festivos, y entre semana con cita previa para grupos). Cuenta con una buena colección de materiales, en especial, prensa original de la época, y documentales, y visitarlo a fondo os llevará un buen rato. Pero es el lugar idóneo para empezar y recoger mapas y folletos informativos si vais a visitar todo lo demás por libre. Además, cuenta con una selección de libros temáticos a la venta y documentales para poder visionar allí mismo. Nació también con la idea de ser un centro de documentación especializado, pero esto ha quedado un poco más paralizado, y se ha quedado en una pequeña biblioteca temática.

CIGC Aragón Robres

CI Guerra Civil Aragon

 

Orwell toma café en Huesca. 

Aunque es temporal, de febrero a junio de 2017 el Museo de Huesca acoge esta exposición, que conmemora el 80 aniversario de la estancia de Orwell en el cerco de la ciudad. La muestra recorre toda la vida del autor y cómo su experiencia en la guerra civil española marcó su posterior trayectoria vital y profesional.

 

Bonus Track.

Sariñena Editorial. Esta pequeña editorial de libros, casi artesanal, especializada en libros sobre el conflicto español y reedición de publicaciones agotadas o descatalogadas, es el lugar perfecto donde encontrar joyas literarias al respecto.

 

Para terminar, os dejamos una propuesta de ruta, para visitar algunos de los vestigios. Todos son de libre acceso, salvo el refugio de Monegrillo (gratuito, pero pidiendo al llave en el ayuntamiento) y el CI Guerra Civil en Aragón (abierto fines de semana y festivos, o con cita previa).

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Ruta de la Guerra Civil por Los Monegros.

 

 

 

 

Balneario Vilas del Turbón

Esta es una entrada diferente, como  diferente fue el viaje: una escapada, casi de ida y vuelta. Va a parecer un post patrocinado, pero no es el caso. Hace unos días, aprovechando un buen motivo, nos escapamos al Balneario Vilas del Turbón, en la Ribagorza (Huesca), un lugar que nos apetecía mucho, desde hacía tiempo, pero para el que nunca encontrábamos la excusa. Esta vez, como hemos dicho, había una causa especial, así que, rompiendo algunos de nuestros esquemas, nos lanzamos a probar otro tipo de viaje. Si nos seguís en Instagram®, habréis visto algunas fotos.

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Imagen del Balneario. Vilas del Turbón.

 

Si nos conocéis, sabréis que nos gustan los lugares con historia, quizás hasta con un punto decadente. Esos que no han hecho un mero lavado de imagen (que acaban por uniformizarlo todo) y mantienen su esencia, y este es el caso. Construido en 1934, fue usado durante la guerra para acoger niños; apenas tres años después, volvía a funcionar como balneario.

 

Imágenes sacadas de aquí.

 

Así que puede decirse que desde su inauguración siempre se  ha mantenido abierto.  Conserva incluso algunas reminiscencias modernistas, en las puertas o el pasamanos de la escalera principal, que nos tenían enamorados. Para otros (y sólo hace falta ver las opiniones en TripAdvisor) parece ser símbolo de abandono, dejadez o de un lugar obsoleto que no ha invertido lo suficiente para adaptarse al siglo XXI.

 

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Escalera de entrada, Vilas del Turbón.

 

Nos gusta su sencillez, que se centren en lo realmente importante (instalaciones y buen servicio) y mantengan su historia con orgullo desde ese rincón del Pirineo, tranquilo y lejos de las omnipresentes estaciones de esquí. Y no nos olvidemos de su restaurante, con precios más que asumibles, donde comimos un ternasco digno de ovación. Donde el desayuno era tan suficiente y variado como para afrontar la jornada con alegría. Escribiendo todo esto nos damos cuenta de lo difícil que se está volviendo encontrar lugares así, donde prime la calidad y el trabajo bien hecho por encima de la imagen y el «postureo». Aún así, y no tenemos nada en contra de ello, muchos preferirán los nuevos hoteles llenos de jacuzzis, piscinas, cristaleras de diseño y cerraduras de tarjeta. Deseamos que las disfruten, de verdad. Nosotros seguiremos buscando y eligiendo estos lugares, con un pie en cada siglo.

Por lo demás, qué os vamos a contar. Gemma se relajó nada más cruzar la puerta, pasamos un día entre tratamientos y siesta, disfrutando de no pensar en nada y dejarse mimar por manos expertas. Ni siquiera nos llevamos la cámara, ni sacamos el móvil durante nuestra estancia para hacer una foto: sólo durante los trayectos y un momento al abandonar las instalaciones el aparatito de marras estuvo en funcionamiento. Una desconexión, de vez en cuando, merece la pena. Más que recomendable.

 

BonusTrack. Siempre que pasamos por la zona, hacemos parada obligatoria en Graus, sólo por el capricho de tomarnos algo en su plaza mayor, renacentista, única.

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Imagen de Gozarte.

 

Valencia en invierno

Acabamos de volver de una escapada a Valencia. Sí, teníamos unos pocos días libres y los hemos aprovechado para ver el sol en un invierno de mucha niebla en nuestra zona y disfrutar de una ciudad que hace tiempo nos apetecía visitar, y que, por cierto, nos ha gustado mucho, mucho.

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Valencia, desde las Torres de Quart.

Empezando por el hotel. Hacía tiempo que no íbamos a un hotel convencional, y teníamos algunas reticencias (nuestro último año viajando con Couchsurfing o de hostales mochileros nos hacía pensar que ya no encontraríamos un hotel convencional de nuestro ambiente) pero acertamos de pleno. Y eso que no somos de publirreportajes, pero cuando algo es bueno, nos gusta recomendarlo para otros. Elegimos el Lotelito, por estar ubicado en el centro de la ciudad, aspecto ciudado y precio asequible, y nos encantó porque era, sencillamente, todo lo que prometía. Que sepáis que en su web las habitaciones tienen mejor precio que en buscadores (algo que nos gusta), con descuento para el desayuno en su bar-restaurante si no lo has incluido, y unas hamburguesas de premio, siendo uno de los recomendables de Valencia. Así, tras empezar con buen pie, salimos a dar el primero de muchos paseos por la ciudad.

Valencia es la tercera ciudad del país, mediterránea y amable, y presume, además, de tener uno de los mayores cascos antiguos de Europa. Y ciertamente, es grande: os recomendamos alquilar unas bicis o vais a acabar muertos. Podéis evitaros los monumentos más típicos (la entrada a la catedral es uno de los grandes robos) y perdeos por las calles del barrio del Carmen, descubriendo siempre algo diferente. No os dejéis por visitar la Lonja y su famosa sala de las columnas, más impresionante en directo que cualquier foto.

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Sala de las columnas, Lonja de Valencia.

Y frente a ella, el modernista Mercado Central, imponente en su estructura de hierro y amable, con los vecinos de toda la vida comprando en sus puestos. Es, afortunadamente, uno de los pocos que todavía no ha sucumbido a los estragos de la moda reformadora- uniformista de mercados que asola Europa (un día tenemos que hacer un post sobre este tema).

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Mercado Central de Valencia.

También son modernistas la Estación del Norte y el Mercado de Colón. La estación está casi en el centro de la ciudad, así que es una opción a considerar cuando penséis en el transporte (es difícil aparcar en el centro, y los parkings son caros). Aunque Valencia está muy bien comunicada por autovías, plantearos llegar allí en tren si no vais a salir de la ciudad.

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Estación del Norte, Valencia.

El mercado de Colón, recompuesto por fuera y vaciado por dentro tras una reforma que ha excluido a los comerciantes de toda la vida para llenarlo de cafeterías idénticas unas a otras.

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Mercado modernista de Colón, Valencia.

Y lo que más nos gustó, escondidos y mal señalizados, con entrada gratuita y casi vacíos, porque llevan poco tiempo abiertos y apenas se conocen: los baños del Almirante. Unos baños árabes que han estado en uso hasta los años 80 del siglo XX como gimnasio  y que ahora son visitables, intentando ofrecer un aspecto más cercano a su función original. Una delicia y un remanso de paz en el mismo corazón de la ciudad.

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Baños (árabes) del Almirante, Valencia.

Ya sabéis a estas alturas que el turismo cultural y el llamado Turismo de Guerra son dos de nuestros intereses, quizás por eso nos toque tanto viajar solos, jajajajaja!!! El objetivo principal de nuestro viaje era visitar el Museo de Bellas Artes de Valencia, la segunda pinacoteca de España, y en concreto la sala dedicada a gótico primitivo, pues es uno de los mayores exponentes (declarados) de dicha época. Nos interesa por motivos personales, dado el contexto de pérdida de arte de esa época que hubo en nuestra zona, y conocer y ver museos nos aporta y abre cada vez más horizontes de lo que pudo pasar en fechas no muy lejanas. Y, estando en Valencia, es evidente que no podíamos irnos sin ver la obra de Sorolla, también en el Museo de Bellas Artes.

Del segundo turismo, el llamado de guerra, encontramos una ruta llamada Valencia en la Memoria, que hacía un recorrido por la ubicación de cinco refugios antiaéreos y puntos clave de la ciudad, aunque todavía no hay ningún resto visitable (ver más info aquí).

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Ruta Valencia en la memoria, 1936-39.

Además, una exposición de Katy Horna en el Centro de La Nau, donde descubrimos una aún mejor sobre el concepto del periodismo gráfico. Si queréis arte y cultura, el centro de exposiciones La Nau y el Centro Cultural del Carmen tienen siempre varias muestras abiertas:

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Por supuesto, además de museos, visitamos mucho comercio, pero por algo que nos gustó: todo tenía un aire de pequeños artesanos o diseñadores, que conseguían tener un espacio para poner a la venta sus productos, algo que se antoja tan difícil en otros lados. Eso si, en muchos establecimientos se ofrecía a la vez ropa, joyería, vino, discos… en una curiosa mezcla, obligada, quizás, por la necesidad de sobrevivir ante un turismo de paso rápido, como es el que traen los cruceros, no hemos de olvidarlo. Ah, y ferreterías. Ferreterías por todos lados, en cada esquina. Un paraíso para los locos del bricolaje y de la cocina casera, pues, evidentemente, no faltaban los paelleros y los pucheros de barro en ellas.

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Comercios de Valencia.

Otro básico de nuestros viajes, y también de Valencia, es el chocolate. Casi todo el mundo piensa en la conocidísima horchata y en los menos conocidos fartons, pero como el tiempo aún no era veraniego, nos llamaba más un buen chocolate cocido con sus buñuelos, hechos al momento. Habrá muchos sitios, pero merece la pena perderse por la Horchatería El Collado. Todo un lujo para los sentidos. Aunque en el video está a reventar, nosotros estuvimos casi solos las dos ocasiones que la visitamos, con personal siempre amable y atento.

Y hablando de comida, el almuerzo es toda una institución en Valencia. Una fórmula completa que ofrecen todos los bares y que, por un precio más que razonable (entre 3.50 y 5 euros, aproximadamente) te vas con el estómago lleno, café incluido. Almorzar en Valencia es un arte, y hay que conocerlo. Y para las comidas y cenas, aunque es fácil encontrar lugares y buenos precios, os dejamos e enlace a un blog que a nosotros nos ha ayudado bastante: 10 restaurantes donde comer en Valencia.

Bonus track 1. Ruzafa. El barrio de moda en Valencia. Aunque nos costó encontrarle el ritmo, su mercado y alrededores nos regalaron la mejor mañana que pasamos en esta ciudad, de tienda en tienda a cada cual mejor y más curiosa: vinos, libros, cómic, ropa vintage, arquitectura modernista y racionalista…

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Ruzafa, Valencia. El barrio de moda.

Bonus track 2. El Cabanyal. Antiguo pueblo de pescadores, conocido por su oposición a los planes de expansión de las grandes avenidas hacia la playa. Allí se conservan casas tradicionales, barriadas de los años 20 con las fachadas embaldosadas y zonas que no lograron resistir hasta hoy y se han convertido en bloques de pisos de la era burbujista. Era nuestra excusa para no irnos sin ver la playa, y el azar nos llevó hasta otro de los imprescindibles del viaje: la bodega de la Pascuala, con sus tapas, sus camareras y sus bocadillos en dos tamaños: barra o media barra.

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Cabanyal, Valencia, el barrio con más carácter.

Pd. Como veis, no visitamos la archiconocida Ciudad de las Artes y las Ciencias, ni el Bioparc. No fue descuido, es que no nos interesaban lo más mínimo.

Teruel, arte y jamón

Teruel era una ciudad que, por unas razones u otras, siempre se le había resistido a Gemma, así que cuando, por fin conseguimos ir, la disfrutamos a fondo y con ganas. Avisamos, es un post largo, pero la ciudad lo merece. Además, aquellos fríos días de invierno, de cielo raso y noches de hielo, nos dejaron unas buenas fotos.

Empezamos por el alojamiento, que no pudo gustarnos más. Y sabéis que no solemos hacer publicidad, salvo si creemos que realmente merece la pena. Y este es el caso. Buscamos algo sencillo, económico y en el centro, y  encontramos un establecimiento  auténtico y original. La Fonda del Tozal  nos cautivó con las fotos que vimos en la página de reservas, y nos gustó todavía más cuando la pisamos. Un edificio que lleva siglos albergando viajeros, tanto es así que la calle por la que se accede lleva su nombre, con un aire sencillo pero digno, y un bar en las antiguas cuadras con mucha personalidad y parroquianos de todos los días. Nosotros nos sentimos allí como en casa de nuestra abuela.

Teruel es una ciudad que se ha creado su propia imagen. Una ciudad medieval, pequeña capital de provincia, protagonista de una de las grandes batallas de la guerra civil española, que ha sabido reinventarse y quitarse el polvo para convertirse en un referente en cuanto a turismo cultural. Su patrimonio es grande y variado (¿por qué no es ciudad Patrimonio de la Humanidad? Lo es el arte Mudéjar, en conjunto, pero no la ciudad) y, casi más importante, ha sido recuperado con respeto y buen gusto, que no siempre se puede decir.

De su origen medieval nos habla la leyenda del Torico, y la estrella de ocho puntas, emblemas de la ciudad. También la leyenda de los amantes más famosos del sur de Europa, tras Romeo y Julieta (Teruel y Verona trabajan conjuntamente en  proyectos relacionados) en cuya memoria se levantó un mausoleo, y a su lado, una de las iglesias más fascinantes que he visto, pese a su actualidad:  la iglesia de San Pedro, de principios del siglo XIX, de estilo neogótico, pero con unas reminiscencias modernistas que nos enamoraron…

La Catedral de Teruel, la única en España construida totalmente en estilo mudéjar, se mantuvo bastante bien pese a los bombardeos, y por suerte, guardó completa la techumbre mudéjar de par y nudillo del interior de su nave. Absolutamente impresionante. Tal vez hayáis visto muchos artesonados de madera, que no son sino falsos techos decorativos, pero en este caso se trata de una techumbre, es decir, la estructura que sostiene el tejado exterior. Si os interesa el arte, la visita guiada es muy recomendable. Y como véis, la catedral se deja fotografiar desde todos sus ángulos y a todas las horas.

Y mudéjares son también las torres de San Martín y San Salvador que, según la leyenda, fueron construidas por dos enamorados de una misma mujer, que competían por ver quién levantaba la torre más alta y bella en el plazo de un año. El perdedor se suicidaría arrojándose al vacío desde la propia torre… Lo más interesante, además de las decoraciones con azulejos esmaltados, es poder visitar el interior de la torre de San Salvador y conocer su estructura. La entrada era de 2.5 euros y  las vistas, desde lo alto del campanario eran así un frío atardecer de invierno:

Y una última y escondida visita medieval, muy poco conocida, son los aljibes, que abastecían de agua la ciudad, y que ocupan parte del subsuelo de la Plaza del Torico. Por poco más de un euro conoceréis los sistemas de conducción y almacenamiento de agua usados entonces, previstos para aguantar meses de sitio.

Todo lo ya contado sería suficiente motivo para que Teruel mereciera una visita pero, por suerte, hay más. Modernismo. La palabra mágica para Gemma (ya os lo contamos en la primera entrada, la que hablaba de Viena ). Además de la bella iglesia de San Pedro, los primeros años del siglo XX dejaron, gracias a las familias burguesas de la ciudad, casas, fachadas, escalinatas, puentes e incluso verjas de forja que hoy forman parte de una ruta que nos presenta otra ciudad distinta a la que siempre imaginamos.

Y no dejéis pasar la visita al Museo Provincial (entrada gratuita) por varios motivos: el gran suelo de mosaicos recuperados de una villa romana; la antigua farmacia que conservan intacta, el armazón del techo del propio edificio y las vistas desde su galería.

Si, como Gemma, todavía no conocíais la ciudad, esperamos que no tardeis en hacerlo. Por si acaso, os dejamos dos razones más. Seguro que os terminan de convencer. Si París valía una misa, Teruel bien vale un buen vino. Y si al lado tiene ese jamón, esos quesos y esos embutidos, no sabemos qué hacéis ahí parados. ¡Venga! ¡A organizar vuestra próxima visita a Teruel! Podrán suceder mil cosas, pero nunca os defraudará.

Por tierras del Moncayo

Si has llegado hasta este post, te recomendamos leer la primera parte, dedicada íntegramente a la ciudad de Tarazona. Hoy hablaremos de otros enclaves de su comarca, para que redondees tu escapada por las faldas del  Moncayo en un viaje lleno de leyendas y sensaciones.

Imprescindible la visita al Monasterio de Veruela, uno de los grandes monasterios aragoneses. Está muy cerca de Tarazona, y su entrada es gratuita. Además de conocer un buen ejemplo de cenobio cisterciense, con vestigios interesantes de policromías, alabastros y enterramientos, sus diferentes espacios albergan una sala dedicada a los hemanos Bécquer, y un intereseante museo dedicado al vino. Un ejemplo de adaptación a través de la propia historia del monumento a los nuevos tiempos.

 

Como lo visitamos un día entre semana, estábamos solos, y pudimos recorrerlo tranquilamente, al detalle y en silencio.

 

El singular pueblo de Trasmoz, su castillo y su peculiar relación con las brujas nos acogieron con un aire frío y poco amigable, por lo que estuvimos lo justo para hacer unas fotos. Por cierto, si os interesa el tema de la brujería como hecho histórico, os recomendamos el libro La mala semilla, de Carlos Garcés, y editado por Tropo Editores. No os dejará indiferentes.

 

 

También visitamos el yacimiento arqueológico de Orduña y la cueva de Caco, en la localidad de Los Fayos. De nuevo, historia y leyendas se entremezclaban con los pueblos y sus gentes, amables esta vez, en un punto en el que se difuminan las líneas entre lo verdadero y lo mitológico, en las raíces de nuestros orígenes, dejando siempre la sensación extraña de no saber con certeza hasta donde creer y a partir de donde imaginar.

Tarazona y el Moncayo

Este fue uno de esos viajes que haces, sencillamente, porque tienes un amigo que vive allí y vas a pasar unos días a su casa (el antecesor del couchsurfing,o  el viajar pobre de toda la vida) y fue un gran descubrimiento.

El Moncayo es la comarca zaragozana que limita con Soria, Navarra y La Rioja, a las faldas del monte que la bautiza. Una comarca llena de historia y patrimonio.

Nuestra primera parada fue Tarazona, cuya judería sería la primera que visitábamos, un tema de nuestra historia poco conocido para el público general, y que nos ha dejado un rico patrimonio, en forma de calles, barrios y algunos  edificios sobresalientes que hablan de nosotros, de no hace tanto tiempo, de otra España.  Es también una muy buena forma de viajar por todos los rincones del país, diferentes entre sí pero con un punto en común. Si os interesa el tema, encontraréis información en la web de Red de Juderías de España.

 

Tarazona es, también, ciudad de restauración. Años de trabajo en la judería, con una escuela taller; en la catedral, 20 años de labor de de Patrimonio Nacional; o los próximos trabajos en el Palacio Episcopal, han demostrado, además, que la intervención e interpretación del patrimonio son una fuente de trabajo muy a tener en cuenta para el desarrollo del turismo cultural. Por esa misma razón os animamos a visitar la ciudad y la catedral mediante visitas guiadas, no os defraudarán (y os aseguramos que pocas veces en este blog vais a leer este comentario) Magníficas profesionales de la Fundación Tarazona Monumental os acercarán todos los detalles y secretos de cada rincón que visitéis. A nosotros nos robó el corazón la iglesia de La Malena, con ese nombre tan aragonés, tan mudéjar y esbelta su torre…

 

Además, Tarazona tiene en su ayuntamiento una espléndida fachada renacentista, de las mejores del país; una característica plaza de toros y algunas casas colgantes que no tienen nada que envidiar a las de Cuenca.

 

Buenos vinos de la D.O. Campo de Borja y buen ambiente para salir de tapeo. Hay establecimientos para todos los gustos, desde el pequeño y «de toda la vida» para una tapa casi preparada ante tus ojos (el «Visconti»), hasta aquellos en los que merece la pena pasar un buen rato observando el edificio (el «Amadeo I») Y otros muchos para descubrir, por supuesto. Si a todo lo anterior añadimos un entorno natural enclavado en la antigua fontera de los reinos de Aragón y Castilla, poco más se puede pedir.

No es donde parece… es Aragón.

Una de las cosas que más nos gusta de viajar es que nos rompe los esquemas y clichés que llevamos en la cabeza. Siempre. Y para ello no hace falta cruzar el mundo o mezclarse con tribus aborígenes: muchas veces, cerca de casa, hay pequeños paraisos inesperados, lugares que parecen sacados de su contexto, que no están donde parece…

Porque no hace falta ir a Asia para pasear por la tranquilidad de un templo budista…

… teniendo en la provincia de Huesca el centro Dag Shang Kagyu.

 

Ni tienes que viajar a Italia para disfrutar de la bella arquitectura renacentista…

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Plaza Mayor de Graus. Imagen de Gozarte.

…teniendo Fonz, La Puebla de Castro o Graus (y su maravillosa plaza Mayor) esperándote.

 

O si lo que buscas es Modernismo…

…aprenderás a ver Teruel con otros ojos.

 

Si lo que deseas es conducir por la Toscana y probar sus vinos y aceites…

…debes conocer el Somontano de Barbastro.

 

Y, por supuesto, no hace falta ir hasta el lejano Oeste…

…para disfrutar del desierto, estando aquí Los Monegros.

 

Porque viajar no es irse lejos, sino aprender a ver con otra mirada lo que creemos conocer.

Post editado. Febrero 2017.

Por qué Bilbao siempre es una buena opción

Lo bueno de vivir en un país como España es la variedad de destinos que tenemos, a una distancia aceptable, y sin resultar caros. Un buen ejemplo de ello es Bilbao, ciudad que ha roto con la fama que tiene el País Vasco de destino caro, y que ha vivido en los últimos años una gran transformación urbanística y social, que merecen la pena conocer. Si a todo esto le sumamos una gastronomía reconocida en todo el mundo, el plan es redondo.

El alojamiento es sencillo, hay muchas opciones de posadas y hostales por el casco viejo, ideal para poder ir andando a todas partes. Y la comida es fantástica, a base de pintxos y raciones, nunca pasarás hambre. Si vas en invierno, fíjate bien en los carteles, pues donde haya croquetas caseras, habrá caldo. Como en casa de tu madre.

Conocer Bilbao es tan fácil como dejarse llevar y pasear. Callejea por el Casco Viejo y las Siete Calles y disfruta de su ambiente, de los bares y comercios. Para en cuantos sitios te gusten, no te defraudarán. Tómate algo en la Plaza Nueva. No te pierdas el Mercado de la Ribera y sus vidrieras. Después, ve hacia el ensanche de la ciudad, donde aparecen las primeras grandes avenidas y los edificios modernistas. Paseando por la Alameda, llegarás a la ría. Crúzala sin miedo, encontrarás algunos cafés de principios de siglo que siguen ahí, como si cien años no fuesen nada. Y, por supuesto, visita la zona nueva: la remodelación de la ría y el Museo Guggenheim, aunque sólo sea su exterior. Un ejemplo de cómo revitalizar una deprimida zona industrial y convertirla en un paseo arquitectónico de primer orden.

Si te gusta visitar museos, el de Bellas Artes, pese a ser mucho menos conocido, es realmente interesante, y suele albergar exposiciones temporales de gran calidad. No te pierdas tampoco un viaje en el funicular de Artxanda, para disfrutar de un buen café o vermú con las mejores vistas de la ciudad a tus pies; ni una visita al Puente Colgante de Bizkaia, entre Portugalete y Getxo, al que llegarás con el mismo metro de Bilbao por poco más de un euro. Se trata de una novedosa construcción de la época de la Arquitectura de Hierro (obra del mismo arquitecto que hizo el palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid) y que sirvió para conectar a las vecinas Getxo y Portugalete, históricamente separadas por el agua, y que está declarado Patrimonio Mundial por ser el primer transbordador de su momento, aunando la arquitectura en ese novedoso material, y la fuerza de las máquinas de vapor. Su altura, además, permitía la necesaria navegación de los barcos al puerto de Bilbao, uno de los principales de Europa. Todo un alarde de ingeniería y arquitectura puestas al servicio de la sociedad que serviría de ejemplo durante años para la construcción de otros puentes por todo el mundo. Casi nada.

Entrando al cielo por la puerta… De Alcalá a Madrid.

Si dice el dicho que «de Madrid, al cielo», queda claro que debemos acercarnos a Alcalá de Henares para poder entrar por su puerta, ¿no? Pues eso hicimos.

Viajar a Madrid y visitar lo típico está muy bien, pero no tiene mucho mérito si se sigue cualquier guía turística. Así que, como ambos conocíamos bastante la capital, decidimos volver para, esta vez, visitarla juntos. Aprovechando lo que sabía cada uno, y descubriendo alguna cosilla más, pasamos un fin de semana largo con un presupuesto bien ajustado. Y aunque visitamos Alcalá de Henares en otro viaje, os las presentamos juntas, porque se complementan muy bien para alargar un fin de semana.

Cómo llegar es el primer punto. Podéis ir en Ave (si pilláis oferta en su web, por favor, decidnos cómo lo habeis hecho, porque para nosotros es imposible) en bus, que es mucho más barato; o en tren regional, si lo hay desde tu lugar de destino. Nosotros esta vez fuimos en coche. Si lo hacéis así, recomendamos aparacar y domir en Alcalá, y desde allí, ir en bus o cercanías hasta Madrid por unos dos euros. Si dormís en Madrid, las zonas de La Latina o Lavapiés son buenas para moverse por el centro sin gastar en metro. Si es así, os recomendamos los Hostales THC (Latina, Tirso de Molina o Lavapiés) por precio, ubicación y buen trato.

Madrid, como cualquier capital europea, tiene lugares para todos los gustos y bolsillos, así que se puede organizar el viaje a capricho, y elegir las visitas que más os apetezcan. Mirad y remirad, porque siempre hay formas más baratas de hacer las cosas. Por ejemplo, se puede entrar gratis al Palacio Real y a los principales museos durante las dos últimas horas del día (Museo del Prado cualquier día entre semana, a partir de las 18.00h. Museo Reina Sofía, a partir de las 19.00h);  visitar el Templo de Nebod, el Jardín Botánico de Atocha, el Retiro y su Palacio de Cristal, la fantástica biblioteca de la Uned (en la derruida iglesia de las Escuelas Pías) el Mercado de San Miguel (interesante por su arquitectura de hierro y por los productos, es también un buen sitio para comer) o cualquiera de las exposiciones temporales que se ubican en edificios públicos. Y todo, gratis.

 

 

Y callejear. Mucho. Madrid invita a perderse por su casco histórico, y reencontrarse con plazas llenas de vida, vida de barrio, que aún guarda la esencia de las tradicionales corralas, los mercados de abastos y los cafés/bares de-toda-la-vida donde comer buenas tortillas y huevos rotos…  aunque los de la foto no sean, ni de lejos, los mejores que hemos probado. Por favor, no vayáis a tapear al Museo del Jamón o bares de la zona turística.  Dejadlos para los japoneses.

Acudir a ver un musical es siempre una buena opción. Pero si buscáis algo más, hay toda una oferta cultural alternativa: monólogos, pequeñas producciones teatrales autofinanciadas… Nosotros recomendamos el Teatro del Barrio, otra forma de gestionar la actividad cultural y de relacionarse con el público, en un tú a tú que os hará sentir mucho más que un simple espectador.

 

 

Alcalá de Henares. Debo reconocer que no soy objetiva, porque estoy enamorada de esta ciudad desde que estudié en ella… es absolutamente fantástica. Toda su universidad, y los centros relacionados, junto con la sede del Instituto Cervantes, se ubican en antiguos monasterios rehabilitados. Si alguien quiere formarse como profesor de Español Lengua Extranjera, éste es tu lugar.

Pasear por su calle Mayor es un capricho que hay que hacer varias veces para no perder detalle. Desde la variedad de columnas y capiteles que la componen, hasta algunas casas destacadas, como la de Miguel de Cervantes, la de Manuel Azaña o el Hospital de Ancianos (un palacio de los Señores de Antezama cuyo patio merece entrar, si es posible en ese momento). Y por supuesto, los comercios y bares que se distribuyen por sus bajos y patios. Muy recomendables son el bar gallego que se ubica al final de la calle (no necesita más descripción) las cervecerías con los depósitos suspendidos, como El Balcón del Henares, o los mesones escondidos en algunos patios, que conforman una ruta propia, si queréis comer un buen cocido o asado de la tierra.

 

 

La Casa Natal de Miguel Cervantes (bueno, su reconstrucción) alberga una curiosa colección de libros de El Quijote editados en todos los idiomas del mundo (de hecho es, tras la Biblia, el libro más traducido de la historia) la capilla de San Diego y su pila bautismal o el Museo Arqueológico Regional, con una fantástica colección de mosaicos romanos de la antigua Complutum, son todos lugares de entrada gratuita.

 

 

Pero, aunque estamos hablando de un viaje económico, no dejéis de visitar los edificios más emblemáticos, que por algo es ciudad Patrimonio de la Humanidad: las visitas a la Universidad y al Corral de Comedias son de pago, pero es poco y merece la pena. Podéis preguntar por ellas en la oficina de turismo y descubrir, por ejemplo, cómo 300 vecinos salvaron el edificio histórico de la Universidad del olvido, comprándolo entre todos, convirtiéndose así en condueños. O pisar el Aula Magna, donde se entrega cada año el Premio Cervantes. El Corral de Comedias necesita poca presentación, apenas quedan en Europa restos de estos antiguos teatros, y menos aún que sigan en uso. Podéis acudir a una representación, aunque hay que comprar las entradas con tiempo, o conocer su entrañas en la visita guiada, no os defraudará.

 

 

Lo dicho, para perderse… y repetir en cualquier momento.

Soria. Porque «caminante no hay camino, se hace camino al andar»…

No os vayais a pensar que sólo viajamos por el extranjero, porque no es cierto. Nos encanta perdernos por España y descubrir lo que nosotros denominamos “paraísos cercanos”. Y como servidora suele trabajar festivos y fines de semana, los viajes los hacemos en fechas impensables, por lo que nos hemos acostumbrado a visitar los lugares sin aglomeraciones ni ruido. Esto nos permite, además, viajar sin apenas previsión y pagando menos. Así lo hicimos en 2015, en los días posteriores a la Semana Santa. Pusimos rumbo a Soria, y a improvisar. Teníamos varias ideas para estos días: Antonio Machado, vinos de Ribera del Duero y patrimonio, teníamos ganas de “ver piedras”.

Decidimos viajar por la carretera nacional porque eso nos permitía parar en cada pueblecito que se nos antojara, a tomar un café o dar un paseo por su plaza… Y llegamos a Soria de tarde. Encontramos alojamiento fácilmente y no muy caro, en el mismo centro, sin que aparcar el coche supusiera un problema. Y salimos a cenar algo, con unos vinos de la tierra, claro. A la mañana siguiente, sin prisa, callejeamos y descubrimos la famosa mantequilla de Soria (dulce o salada), los pasos de Antonio Machado por la ciudad, los restos de alguna vieja iglesia y el devenir tranquilo de su gente.

 

Pero queríamos perdernos. Tomar cualquier carretera y vagar sin rumbo fijo por campos de Castilla, curiosear en sus pueblos, abrir sus iglesias y degustar sus vinos. Mapa en mano, fuimos haciendo el itinerario.

Nos acercamos hasta los Arcos de San Juan de Duero, un claustro maravilloso y ecléctico que disfrutamos solos, y con la amabilidad del taquillero, que nos prestó un libro que explicaba toda la simbología de los capiteles… cosas de viajar en días que no hay nadie, ya os lo decimos. No llegamos a ir hasta el mirador de la ciudad, donde se encuentra el monumento a Machado porque decidimos irnos a Calatañazor, uno de esos pueblos que deberían aparecer siempre en el ránking de “pueblos más bonitos de España”. Calles empedradas, un callejero y arquitectura bastante bien conservados (o recuperados) y un restaurante donde meterse un buen chuletón entre pecho y espalda. De allí, a El Burgo de Osma, donde su antigua universidad ha sido reconvertida en un moderno spa (¡!) y, aunque mantiene el encanto de su calle principal, esperábamos más. Así que, algo decepcionados, decidimos no pasar allí la noche, tal y como habíamos pensado, y acertamos. San Esteban de Gormaz, nuestra siguiente parada, fue todo un acierto.

 

Empezando por el alojamiento rural (elegida allí mismo, en la puerta de la propia casa, con el móvil conectado a Booking) y su dueño, que no pudo ser más amable. No nos gusta hacer publicidad de los sitios, a no ser que realmente nos gusten, y este es uno de ellos. La casa se llama “El Zaguán del Rivero” y nos encantó por dos detalles: la copa de vino servida en su propia bodega centenaria, excavada bajo el actual salón, y los libros de poesía de Machado en las habitaciones. Además, no había nadie, así que dormimos de lujo, no sin antes darnos un paseo por el pueblo y cenar donde nos recomendó el dueño, otro acierto.

 

 

Al día siguiente pusimos rumbo al yacimiento romano de Tiermes. Pese al mal tiempo, disfrutamos como enanos recorriendo las pasarelas, conductos y caminos de aquel complejo milenario, que se extiende sobre varias hectáreas de terreno. Llegamos a Berlanga de Duero justo a la hora de comer, y aunque no pudimos visitar el castillo, con las vistas exteriores nos conformamos. Espectacular es poco.

 

Abrimos paréntesis en el relato para recordar que entre semana muchos monumentos y museos están cerrados, hay que tenerlo siempre en cuenta cuando viajas fuera de fechas si no quieres ir de cabreo en cabreo. Pero nosotros habíamos llamado a la Oficina de Turismo para asegurarnos de poder entrar a uno de los lugares que más ganas teníamos de conocer, la ermita mozárabe de San Baudelio, cuya historia de expolio y su posterior proceso judicial recuerdan mucho al caso del Monasterio de Sigena (Huesca). Parece mentira que el mismo hombre que es capaz de crear un monumento semejante, y mantenerlo durante siglos en medio del campo, sea capaz de destruirlo por arrancar las pinturas para malvenderlas. Pero el comercio del arte es el mayor enemigo del patrimonio, en todas partes, siempre.

Esa noche dormiríamos en Almazán, pero antes paramos a visitar la localidad de Rello, y los restos de su fortaleza.

Almazán y Morón de Almazán serían las visitas del último día de viaje, un día que nos dio por saltar en todas las fotos… originales que somos. Y por aprovechar hasta el último momento, en el camino de vuelta paramos en Medinaceli, para callejear y estirar las piernas antes de abandonar la comunidad castellana y volver a casa, no sin antes prometernos que volveríamos, para visitar el Cañón del Río Lobo.