Deformaciones profesionales II: todo lo que una biblioteca puede hacer por ti, viajero.

Que publicásemos en primer lugar la entrada dedicada a las Oficinas de Turismo ha sido casualidad, además de que estaba preparada mucho antes que esta. Pero es más lógico, menos extraño y más habitual para el turista y viajero  realizar consultas ahí que en el lugar que ahora nos ocupa: las bibliotecas.

Nos hemos servido de ellas en todos los lugares por los que hemos deambulado, tanto en América como en Europa, y hay que decir que fueron las instalaciones más útiles y precisas que encontramos siempre. Al fin y al cabo, es lo más lógico, buscar información allá donde se encuentre.

Vayamos poco a poco, relatando cómo comenzó nuestro idilio con ellas. Quique, como sabéis, se dedica a este mundo de los libros y documentos. En uno de nuestros (muchos) días de desesperación por el Yucatán, sin encontrar nada de lo que buscábamos y sintiéndonos empujados hacia las corrientes comerciales que queríamos evitar, se le ocurrió (¿por qué no?) utilizar un lugar de acceso libre y universal a la información: las bibliotecas públicas de las ciudades por las que pasábamos. Y no fue tan mala idea.

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Esta es toda la información que nos encontrábamos en los yacimientos, y no nos servía de casi nada.

 

En primer lugar, nos trataban de maravilla, pues los primeros sorprendidos al vernos dentro del edificio eran los empleados. No debía ser algo muy frecuente eso de recibir consultas de turistas, que es lo éramos. Además, el requisito para hacer uso de las instalaciones era más que sencillo: inscribirse en el libro de registro, situado en el mostrador de entrada, y listo. Libre acceso a toda la información.

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Biblioteca de Oaxaca, México.

Aunque tiene un pequeño inconveniente: esa información se encuentra «en crudo», es decir, hay que trabajar un poco para localizarla dentro de documentos más generales (atlas, enciclopedias, libros de arte o historia). Algo que desde que nació Wikipedia hemos olvidado… Pero esto nos permitía acceder a guías y recursos locales alejados del cauce comercial, casi siempre realizados años antes de la explotación turística del territorio, por lo que la diferencia de intereses con los que fueron creados era notable. Y eso repercutía (y mucho) en los contenidos de los mismos. Además, sólo hacía falta hablar unos minutos con las encargadas de la colección (sí, se confirmaba el mito: todo el personal era femenino) para que nos trajesen docenas de documentos, nos hiciesen recomendaciones, nos dijesen lugares alternativos, rutas, formas de llegar… Vamos, lo que íbamos buscando!!!

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Otra ventaja indiscutible de las bibliotecas es su absoluta imparcialidad. Es cierto que en Europa las oficinas de turismo, en su gran mayoría, también lo son, pero ello no impide que los enclaves de mayor afluencia turística marquen el contenido general de la información que proporcionan. Aunque, cada vez más, las líneas se diluyen en todos los aspectos, y en ocasiones es difícil diferenciar cuando estás en una oficina de turismo oficial, en una agencia o en un punto de información de una empresa privada de servicios turísticos, y que todos los empleados sean, además, honestos y no busquen sus comisiones o mordidas. Liberalización del servicio, lo llaman.

Un servicio añadido y que también nos vino de maravilla muchas veces es el acceso libre a internet dentro de la biblioteca. Es cierto que generalmente requería el uso de una clave o conectarse a redes concretas (no es un wi-fi libre en el sentido estricto de la palabra), pero ese trámite de acceder al recinto para usar el servicio compensaba casi siempre, obteniendo una red mucho más rápida, segura y fiable que las redes anónimas abiertas. Sobre todo en mesoamérica fueron una garantía de calidad y seguridad.

Y, además, todo esto lo hacíamos en un ambiente relajado, en amplias mesas, sentados casi siempre en cómodas butacas, sin nadie alrededor, en silencio, pudiendo comentar entre nosotros y con el personal posibilidades, combinaciones de rutas, lugares a descubrir…  sin prisas, sin nadie impaciente detrás haciendo cola, en lugares magníficos y dignos de contemplar… Todo lo contrario que nos encontramos en las oficinas, en las que, por mucho que se esfuercen, y más en lugares masificados, el paso de gentes es rápido, constante, bullicioso, estandarizado… Muchas veces, están ubicadas en lugares tan bonitos como la casa de las Conchas de Salamanca (¿lo sabías?) o palacios/ iglesias rehabilitados…

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La impresionante biblioteca de la UNED en las Escuelas Pías de Madrid.

Como «bonus-track», y adentrándonos más en lo logístico, las instalaciones suelen estar siempre en unas condiciones magníficas, así que son ideales para aprovechar e ir al servicio o darse un pequeño lavado si hace mucho calor fuera.

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Casa de las Conchas, en Salamanca, y Biblioteca de Llerena.

Así, las bibliotecas son un lugar en el que buscar y obtener una información, buen servicio y ambiente tranquilo, fuera de los canales habituales, pero, como contrapartida, exigen una cantidad de tiempo mayor, un esfuerzo y una implicación por nuestra parte que otros medios nos evitarán. Y si aún estás organizando tu viaje en casa, siempre puedes sacar prestada las guías que necesites en tu biblioteca habitual, en lugar de comprarlas. Todo depende de nuestras necesidades, ganas y disposición para preparar la ruta.

 

¿Pensarás en la biblioteca la próxima vez que prepares tu viaje?

 

 

 

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