Un caracol zapatista y una lección de vida

Segundo intento. hoy tiene que salir bien, no vamos a quedarnos más en SanCris, porque a Quique no le gusta la ciudad y ya lleva días queriendo salir de ella (llevamos una semana). El colectivo, hoy sí, nos deja en el punto de la carretera (llamarlo parada es ser muy optimista) donde se encuentra el control de acceso. Dos hombres con pasamontañas nos atienden tranquilamente, rellenan un formulario con algunos datos y nos van preguntando amablemente, mirándonos con sus ojos negros y vivos, el único contacto visual que tenemos con la persona que está bajo la capucha. Pero inspiran confianza.

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Nos toca esperar un rato mientras la Junta de Buen Gobierno decide si podemos entrar y vamos viendo al fondo gente ir y venir, hoy hay asamblea en el caracol. Cuando vuelve nuestro amigo nos dice que tenemos autorización para entrar y conocer, pero que la Junta está muy ocupada para atendernos y responder nuestras preguntas.

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Al entrar nos asignan un acompañante, que parece más joven y habla muy poco español, por lo que casi todas las preguntas que le hacemos quedan sin respuesta, pero es muy amable con nosotros. Notamos, igual que con los anteriores, su tranquilidad. Su tiempo vital va a otro ritmo. Tal vez ellos también noten el nuestro, agitado siempre, como occidentales.

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Nada más comenzar vemos la clínica médica y las ambulancias. Nos explican, orgullosos, que los trabajadores son miembros de la comunidad, y que todos son indígenas. «Cuando hicimos la revolución queríamos médicos, maestros, enfermeras… no podíamos imaginar que 20 años después serían nuestro propios hijos esos médicos, maestros y enfermeras».  La calle principal está ocupada por los edificios comunitarios, muy sencillos pero llenos de murales y mensajes.

 

Oventic resulta ser tal y como lo esperábamos, sencillo y humilde, pero digno y orgulloso a la vez. Por eso, esta entrada tendrá poco texto, no somos nadie para explicar la revolución zapatista, la dignidad de la lucha indígena, de la lucha de los pueblos por la libertad. Que sus muros hablen por ellos.

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No lo sabíamos, y lo descubrimos después, por eso lo compartimos. Cada 31 de diciembre, el mundo zapatista celebra el aniversario de su revolución, abriendo los caracoles a todo el mundo. Los compañeros de Plan B Viajero estuvieron, y lo cuentan en esta entrada.

Deformaciones profesionales II: todo lo que una biblioteca puede hacer por ti, viajero.

Que publicásemos en primer lugar la entrada dedicada a las Oficinas de Turismo ha sido casualidad, además de que estaba preparada mucho antes que esta. Pero es más lógico, menos extraño y más habitual para el turista y viajero  realizar consultas ahí que en el lugar que ahora nos ocupa: las bibliotecas.

Nos hemos servido de ellas en todos los lugares por los que hemos deambulado, tanto en América como en Europa, y hay que decir que fueron las instalaciones más útiles y precisas que encontramos siempre. Al fin y al cabo, es lo más lógico, buscar información allá donde se encuentre.

Vayamos poco a poco, relatando cómo comenzó nuestro idilio con ellas. Quique, como sabéis, se dedica a este mundo de los libros y documentos. En uno de nuestros (muchos) días de desesperación por el Yucatán, sin encontrar nada de lo que buscábamos y sintiéndonos empujados hacia las corrientes comerciales que queríamos evitar, se le ocurrió (¿por qué no?) utilizar un lugar de acceso libre y universal a la información: las bibliotecas públicas de las ciudades por las que pasábamos. Y no fue tan mala idea.

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Esta es toda la información que nos encontrábamos en los yacimientos, y no nos servía de casi nada.

 

En primer lugar, nos trataban de maravilla, pues los primeros sorprendidos al vernos dentro del edificio eran los empleados. No debía ser algo muy frecuente eso de recibir consultas de turistas, que es lo éramos. Además, el requisito para hacer uso de las instalaciones era más que sencillo: inscribirse en el libro de registro, situado en el mostrador de entrada, y listo. Libre acceso a toda la información.

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Biblioteca de Oaxaca, México.

Aunque tiene un pequeño inconveniente: esa información se encuentra «en crudo», es decir, hay que trabajar un poco para localizarla dentro de documentos más generales (atlas, enciclopedias, libros de arte o historia). Algo que desde que nació Wikipedia hemos olvidado… Pero esto nos permitía acceder a guías y recursos locales alejados del cauce comercial, casi siempre realizados años antes de la explotación turística del territorio, por lo que la diferencia de intereses con los que fueron creados era notable. Y eso repercutía (y mucho) en los contenidos de los mismos. Además, sólo hacía falta hablar unos minutos con las encargadas de la colección (sí, se confirmaba el mito: todo el personal era femenino) para que nos trajesen docenas de documentos, nos hiciesen recomendaciones, nos dijesen lugares alternativos, rutas, formas de llegar… Vamos, lo que íbamos buscando!!!

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Otra ventaja indiscutible de las bibliotecas es su absoluta imparcialidad. Es cierto que en Europa las oficinas de turismo, en su gran mayoría, también lo son, pero ello no impide que los enclaves de mayor afluencia turística marquen el contenido general de la información que proporcionan. Aunque, cada vez más, las líneas se diluyen en todos los aspectos, y en ocasiones es difícil diferenciar cuando estás en una oficina de turismo oficial, en una agencia o en un punto de información de una empresa privada de servicios turísticos, y que todos los empleados sean, además, honestos y no busquen sus comisiones o mordidas. Liberalización del servicio, lo llaman.

Un servicio añadido y que también nos vino de maravilla muchas veces es el acceso libre a internet dentro de la biblioteca. Es cierto que generalmente requería el uso de una clave o conectarse a redes concretas (no es un wi-fi libre en el sentido estricto de la palabra), pero ese trámite de acceder al recinto para usar el servicio compensaba casi siempre, obteniendo una red mucho más rápida, segura y fiable que las redes anónimas abiertas. Sobre todo en mesoamérica fueron una garantía de calidad y seguridad.

Y, además, todo esto lo hacíamos en un ambiente relajado, en amplias mesas, sentados casi siempre en cómodas butacas, sin nadie alrededor, en silencio, pudiendo comentar entre nosotros y con el personal posibilidades, combinaciones de rutas, lugares a descubrir…  sin prisas, sin nadie impaciente detrás haciendo cola, en lugares magníficos y dignos de contemplar… Todo lo contrario que nos encontramos en las oficinas, en las que, por mucho que se esfuercen, y más en lugares masificados, el paso de gentes es rápido, constante, bullicioso, estandarizado… Muchas veces, están ubicadas en lugares tan bonitos como la casa de las Conchas de Salamanca (¿lo sabías?) o palacios/ iglesias rehabilitados…

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La impresionante biblioteca de la UNED en las Escuelas Pías de Madrid.

Como «bonus-track», y adentrándonos más en lo logístico, las instalaciones suelen estar siempre en unas condiciones magníficas, así que son ideales para aprovechar e ir al servicio o darse un pequeño lavado si hace mucho calor fuera.

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Casa de las Conchas, en Salamanca, y Biblioteca de Llerena.

Así, las bibliotecas son un lugar en el que buscar y obtener una información, buen servicio y ambiente tranquilo, fuera de los canales habituales, pero, como contrapartida, exigen una cantidad de tiempo mayor, un esfuerzo y una implicación por nuestra parte que otros medios nos evitarán. Y si aún estás organizando tu viaje en casa, siempre puedes sacar prestada las guías que necesites en tu biblioteca habitual, en lugar de comprarlas. Todo depende de nuestras necesidades, ganas y disposición para preparar la ruta.

 

¿Pensarás en la biblioteca la próxima vez que prepares tu viaje?

 

 

 

Todo lo que una oficina de turismo puede hacer por ti, viajero.

Hay una creencia popular, muy extendida entre lo que se autodenominan «viajeros», huyendo así de la etiqueta «turista» (otro día hablaremos de eso) de no acudir a las oficinas de turismo, por no considerarlas necesarias o útiles para sus intereses, porque ellos se organizan los viajes «por libre» y sólo buscan la información necesaria en guías de viaje, foros y blogs, buscando lo alternativo, hasta que llegas a destino y coincides con los mismos mochileros en todos los lugares, porque vais todos haciendo la misma ruta, con la misma guía en la mano, y haciendo las mismas fotos.

En este post vamos a daros todos los motivos que conocemos para que, a partir de ahora, llamar o visitar la oficina de turismo local forme parte de vuestra rutina de organización del viaje, tanto antes como en destino, porque todo son ventajas y beneficios.

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Intentando ubicarnos con un plano en Eslovaquia…
  • La información es gratis. Sólo por este motivo ya merece la pena acudir a ellas, te ofrecen un servicio sin coste, ¿por qué no aprovecharlo?.  Sólo por coger ese mapa que pintarás con el boli, marcando rutas y lugares, escribiendo en los márgenes y que luego será tu mejor recuerdo del viaje, merece la pena.
  • La información que dan no es estándar, ni lo típico a visitar. Como todo en la vida, la respuesta que se da depende de la pregunta que se hace. Si quieres visitar lo típico, te darán lo típico. Si buscas alternativas, experiencias más personales o tranquilas, sólo tienes que pedirlo así.
  • Y muy relacionada con la anterior: la información es demasiado objetiva. Evidentemente, prima la objetividad, pues las O.T. no tienen intereses en que vayas a uno u otro lugar. Y aunque es cierto que no pueden recomendar lugares, como suele ocurrir en foros y blogs, sí que podemos preguntar cosas muy concretas, hasta dar con la respuesta que buscamos. Un ejemplo. Si queréis un restaurante donde comer el mejor producto, podéis preguntar quién ganó el último concurso gastronómico, y ya tenéis la mejor referencia. Además, ¿nunca os habéis sentido decepcionados por un lugar al que fuisteis tras una recomendación leída en algún sitio? La subjetividad es lo que tiene.
  • Nadie como un local para descubrirte los secretos. Esto mejora de manera proporcional cuanto más pequeño es el lugar a visitar. Si las oficinas son locales o municipales, quienes las atienden suelen ser habitantes de la zona, que se conocen al dedillo cada rincón pintoresco, el mejor enclave o la curiosidad más inesperada. Son una mina de información, aprovéchala.
  • Te pueden ayudar a organizar tus rutas. Conocen las carreteras, los desvíos y los horarios de todo, así que nadie mejor que ellos para ayudarte a organizar tu jornada, aprovechando el tiempo al máximo, evitando rodeos, esperas, etc.
  • En muchos casos, organizan visitas guiadas gratuitas o a precios mínimos. Una buena forma de conocer el lugar de la manera más objetiva, y de la mano de profesionales. En un sector donde prima tanto el intrusismo y donde muchos tours acaban llevándote a comercios y establecimientos, aunque no quieras, porque tienen comisión. Nosotros ya os contamos cómo hicimos una visita guiada gratuita o cómo mejoró nuestra visita por Viena tras descubrir las entradas combinadas a museos que no aparecían en ninguna guía o la posibilidad de visitar Bratislava, apenas a una hora en tren.

 

¿Aún sigues pensando que visitar las oficinas de turismo no merece la pena?

 

Economía social aplicada a los viajes

Si has llegado hasta este post pensando que viajar usando la «economía social» es alquilar un piso en Airbnb, hacer una visita guiada pirata con «voluntarios locales» o pillar un taxi de Uber, sentimos decirte que no, nada de eso encaja aquí. El turismo o viaje alternativo no es ilegal, sino todo lo contrario.

Porque como bien dicen nuestros queridos Econoplastas: «Economía eres tú». Y la gente es, sin duda, el mejor valor añadido de cualquier lugar. Porque ya no queremos sólo viajes, sino que buscamos experiencias. Quieres conocer de verdad el lugar al que vas. Tienes curiosidad por su modo de vida, religión o cultura. Quieres ver una fiesta o evento, disfrutar de su patrimonio e historia. Probar su gastronomía y bebidas, únicas por la tierra que las produce y los vientos que las mecen. Pero, sobre todo, quieres sentirte uno más, que no te traten como a cualquier turista, que no te engañen, que te dejen adentrarte y formar parte de su sociedad. Si has hecho turismo y ya estás en este punto, amigo, eres un viajero. No se trata de una relación comercial, con dinero de por medio a cambio de un servicio, es un intercambio de valores entre personas que desean conocerse para comprender el mundo que comparten. Te ha picado el «bicho».

En realidad, es una evolución que se hace poco a poco, un pequeño cambio en cada viaje, desde el circuito tradicional organizado, que te sabe a poco y no sabes por qué, hasta acabar con una mochila durmiendo en cualquier lugar que antes te habría parecido inimaginable, hay un proceso de curiosidad y humanismo que te hace alejarte de hoteles y muchedumbres para cercarte a sensaciones, olores y sabores.

El mejor lugar para tomar el pulso a un lugar son sus mercados. Y no nos referimos a esos mercados que han acabado siendo una caricatura de sí mismos, por venderse al turista pagando el precio de la personalidad, como la Boquería de Barcelona, el Naschmarkt de Viena o el mercado da Ribeira lisboeta. Nos referimos a los mercados a los que van a comprar los vecinos del barrio, las ancianas con sus carritos, donde venden otros vecinos, productores, venidos de los pueblos cercanos. Donde los precios son normales y el trato excepcional, y no al contrario.

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El productor local. El que muchas veces no sabe de redes sociales, ni marketing on-line ni nada más que no sea su trabajo, su producto, la materia prima y otro tipo de consumo. Es el que resume una historia para que tú te lo lleves a la boca, tal y como lo cuenta nuestra amiga Eli en su blog Tentaciones en la mesa. Su mérito es convertir un estilo de vida, una zona o cultura en algo material, un producto tangible. Algo que cuando lo saborees te evocará, siempre, ese lugar.

El transporte. Nosotros somos muy fans del tren, e intentamos usar cada vez menos el avión, por ecología y por salud mental. El avión tiene un gran inconveniente: los aeropuertos. Horarios, retrasos, embarques, pérdidas de equipaje, medidas de seguridad absurdas… un tormento que te puede amargar el viaje. Pero el tren no. Te puedes mover por Europa en tren, económicamente si sabes buscar ofertas y descuentos. Las estaciones no están a decenas de km de las ciudades, sino que normalmente puedes parar en el centro de las mismas. Te puedes mover por pueblos pequeños y conocer otros lugares, más allá de las grandes ciudades, incluso puedes hacer rutas por capitales/países cercanos, como hicimos nosotros en Viena y Bratislava, en Madrid y Alcalá de Henares o recorriendo la isla de Cerdeña. Además, la gente no está tan estresada y paranoica como los viajeros del avión, por lo que es mucho más fácil hablar con ellos.

Compartir coche es otra opción. Conocido es BlablaCar, aunque tiene sus ventajas y desventajas: pierdes mucho tiempo contactando con la gente, deben quedar muy claras las normas durante el viaje, el punto de recogida y llegada, etc. El autostop, que en España está tan mal visto, es muy habitual en otros países europeos, sobre todo en las ciudades con estudiantes los viernes y domingos. Aunque lo que te ahorras en el viaje lo inviertes en tiempo, eso sí.

Si aún así quieres ir más allá, el Camino de Santiago es el ejemplo paradigmático de que con tus pies puedes llegar a cualquier lugar. A partir de ahí, pagar por moverte es decisión tuya. La bicicleta es otra opción, para ir más rápido y no cargar el peso en la espalda, como hicieron Adrián y Ana para recorrer todo el continente americano, donde nos conocimos. Una experiencia que cuentan en su blog, Viajando a full.

Crea tu propia ruta. ¿Volar a la otra punta del mundo para hacer lo mismo que en casa: ir de compras, tomar el sol o comer paella? ¿En serio? Somos tan defensores de irte a Australia a conocer aborígenes, como de visitar el pueblo de al lado para ver su iglesia. Cada lugar tiene su propio motivo. Globalizar los destinos para encontrar un Mcdonalds y Starbucks en todo el mundo es lo peor que nos ha podido pasar. Valorar lo único y lo especial de cada lugar y su gente. Esa es la razón de viajar. Puedes seguir las recomendaciones de una guía, si te sientes más seguro, pero llevar una lista de lugares para visitar sólo conseguirá estresarte por cumplir horarios y no disfrutarlos. Relájate e improvisa. Pregunta. Al camarero, al del hostal, al conductor del autobús o a cualquiera, qué hacen ellos en su tiempo libre, y descubrirás calas escondidas, bares auténticos y a precios populares o rincones olvidados, que harán de tu viaje algo más auténtico, y sin masificar.

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Comparte. Por ti y por todos. Viajar en grupo es más barato. Eso no significa que tengas que ir con las mismas personas durante todas las vacaciones, pero sí que es interesante buscar gente para compartir transporte o entrar a los monumentos. Lo mismo ocurre si decides dormir en albergues. Lo más caro, siempre, es pagar un servicio para una persona sola.

Come local. Comer en los establecimientos donde lo hacen los lugareños es lo más inteligente, y barato. Pregúntales, o sigue su ejemplo, y disfruta de la gastronomía y productos locales, de la conversación de los parroquianos, de sus sugerencias… Relaciónate.

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Alojamiento. No todo se paga con dinero, ni siquiera el alojamiento. Tu conversación, buena mano en la cocina o curiosidad  y ganas de aprender pueden ser moneda de cambio.

Para nosotros, Couchsurfing ha sido el mayor descubrimiento. Gracias a ello vivimos la noche de muertos en México, y comprendimos su profundo significado; descubrimos la cara más bella de Oaxaca; el cenote más tranquilo del Yucatán o los museos de Tuxla, gracias a quienes nos acogieron y aconsejaron. También, gracias a Couchsurfing estuvimos viviendo seis meses en la bretaña francesa, con unos estupendos anfitriones.

Hay otras opciones, como Workaway, trabajo en un proyecto concreto a cambio de alojamiento y comida; WOOFING, una variante de la anterior, pero trabajando exclusivamente en granjas orgánicas; campos de trabajo (naturaleza, arqueología, etc).Y la filosofía que resume todo lo visto en este post en un sólo concepto: furgonetear. Viajar sin depender de otros, dormir dónde y como quieras, llegar a lugares que de otra forma son inaccesibles… Cada vez tiene más adeptos, y no es de extrañar. Otro día os contamos nuestra experiencia con este tema.

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Cómo pagar y organizar un viaje II

Hablemos de dinero. ¿Cuánto cuesta viajar? Sinceramente, la respuesta es lo que te quieras gastar.

Vamos a organizar el asunto por temas, viendo uno a uno cómo hacerlo de la manera más económica posible.

DESTINO. Este puede ser el primer punto. El mejor consejo que os podemos dar es que suele ser más barato estar abierto a cualquier opción que buscar un lugar concreto. Así, podemos rastrear ofertas de última hora y encontrar chollos y gangas en internet, que nos llevarán a descubrir lugares que tal vez nunca habríamos pensado visitar. Por ejemplo, hace tres años, acabamos yendo a Cerdeña gracias a una promoción que nos llevaba en ferry, con coche incluido, por bastante poco. De esta manera, recorrimos la isla a nuestro aire en una semana que no hemos podido repetir, básciamente, porque desde entonces, los precios están disparados. Esto nos sirvió para conocer una isla que no entraba en nuestros planes, que nos enamoró, y a la que hemos vuelto, pero de otras formas.

Si ya tenemos decidido a dónde ir, nos centraremos en los siguientes puntos para ahorrar en todos los costes. Y esto significa estar abiertos a todas las fórmulas imaginables, como, por ejemplo, que no siempre el vuelo directo es lo más barato, y hacer escala nos puede hacer ahorrar dinero. Para ello, buscadores de vuelos como Skyscanner son tus amigos.

Por supuesto, intenta huir de los destinos de moda, encarecidos, y masificados (suelen tener mala relación calidad-precio) busca un turismo más próximo al habitante local y a la realidad del lugar que visitas. ¿Qué sentido tiene cruzar un océano para tomar el sol y bañarte en una piscina de un resort estilo europeo,  y con cocina occidental, sin salir del mismo?

VIAJE. Tantea todas las opciones posibles, con sus pros y contras. Y ten en cuenta algo que suele olvidarse. el propio viaje puede ser una buena experiencia. Nos centramos tanto en ir lo más rápido posible de un lugar a otro que no pensamos en disfrutar del trayecto como una parte más de las vacaciones, buscando lugares interesantes donde hacer paradas y descansos.

Un vuelo en línea low cost puede a priori ser barato, pero suele ser incómodo. Operan en aeropuertos pequeños y lejanos, lo que añade gastos y tiempos de transporte, que suelen estar inflados, porque no te queda otra opción. Suelen viajar en horarios difíciles, por lo que tendrás que hacer malabares o dormir en el mismo aeropuerto para coger el vuelo, etc. Por suerte, las líneas tradicionales se han puesto las pilas y suelen tener ofertas y promociones bastante interesantes en sus webs. Échales siempre un vistazo y compara.

A pesar de las aparentes ventajas del avión, nosotros cada vez optamos más por evitarlo, por coherencia, cansancio, incomodidad, y, por qué no decirlo, el cada vez peor trato que reciben los viajeros desde que ponen el pie en la terminal.

El tren es muy buena opción para moverse por España/Europa. Sobre todo si cuentas con beneficios (menos de 26 años, más de 65) o si viajas en grupo. El Interrail ya no es lo que era en cuanto a precios, pero es muy fácil moverte por tu cuenta buscando ofertas en internet. Por ejemplo, la tarifa mesa del Ave, en la que si compras los cuatro billetes, salen a muy buen precio (y si no sois cuatro o múltiplo, no te preocupes, hay grupos en facebook creados para buscar gente que haga el mismo trayecto). Mira siempre en las  webs de las compañías ferroviarias, puedes llevarte sorpesas. Nosotros viajamos de Viena a Melk, un pueblo austríaco a los pies de los Alpes, por 40 euros cada uno (aún nos duelen) y sin embargo, el billete de Viena a Bratislava (capital de la vecina Eslovaquia) nos costó 16. No siempre lo lógico es lo más barato.

El autobús puede ser la opción más económica para ir de A a B, pero es más pesado, sobre todo si haces trayectos largos. A veces, una buena oferta de tren, e incluso de avión, te puede llevar de una ciudad a otra por un precio parecido.

Coche. Si quieres autonomía, o vas a moverte por zonas mal comunicadas entre sí, a veces no queda otra opción. Pero puedes economizar tus trayectos con webs como Blablacar, y amortizar el combustible, además de ayudar a otros que buscan transporte.

Caravana. La opción soñada por todos alguna vez, y muchas otras rechazada por cara. Desde luego, comprarse una no está al alcance de cualquiera pero, y ¿alquilarla por unas semanas? Si los precios de alquiler de empresas no se adaptan a tu bolsillo, tal vez la web de alquiler entre particulares puede ofrecerte la independencia que buscas a un precio razonable, pero aún algo elevado. Ideal para recorrer una zona al detalle, tienes la opción de recogerla en destino si viajas a un lugar alejado y darte el capricho sin necesidad de comprar una.

ALOJAMIENTO. Iremos de más a menos, según precio y gustos.

Hotel, gracias a buscadores como Booking y similares, obtener buenos precios es posible. Aunque siempre es buena idea darse una vuelta por la propia web del establecimiento, a veces tienen mejores ofertas. Atento a las promociones de noche gratis o similares.

Hostal, hostel, pensión. Aunque arrastran fama de cutres, por su pasado, actualmente no hay que dejarse engañar por su nombre, hay muchas tan bien cuidadas que no tienen nada que envidiarle  a los mejores hoteles, y el trato suele ser mucho más cercano, por lo pequeño del alojamiento.

Apartamentos. Además de privacidad, te dan la posibilidad de cocinar en casa, lo que supone un buen ahorro, al menos en desayunos y cenas. Aunque en muchos casos los alquileres son elevados.

Alojamientos rurales de cada zona: hospederías (Aragón) Posadas Reales (Castilla) Casas Rurales,etc. Muy económicas si viajas en grupo y muy recomendables si buscas un trato más cercano y cálido.

Albergue. Si lo que prima es la economía por encima de todo lo demás, el albergue es tu amigo, tengas la edad que tengas. En España seguimos teniendo la imagen del albergue como alojamiento cutre sólo para gente joven, pero viajando descubres cómo conviven (y se respetan) todas las edades en una misma habitación. Tambien debes aprender a leer muy bien el destino y su ambiente, no será lo mismo un albergue en Cancún o Amsterdam que uno en Oaxaca.

Alojamiento gratis. Sí, es posible. Aunque en este caso, al no haber intercambio de servicio por dinero lo consideramos más bien economía social, hacemos una pequeña presentación, empezando por el más evidente: alojarte en casa de un amigo o familiar.  Algo que hacemos mucho cuando somos estudiantes y que luego, nadie sabe por qué razón, olvidamos…

Si no conocces a nadie en el lugar de destino, no te preocupes, está todo inventado: Couchsurfing te pondrá en contacto con personas que abren su casa a visitantes, con el añadido de que podrás conocer la ciudad de mano de sus habitantes. Si te mueves en bici, Warmshowers sigue la misma filosofía, pero para amantes de las ruedas. Con muy poca experiencia, aprendes a buscar gente con la que sabes que vas a conectar, y evitas convivencias incómodas, que también puede darse el caso. Si lo que quieres es pasar una larga temporada en un lugar, Workaway es tu lugar, una web donde buscar alojamiento a cambio de servicios o unas pocas horas de trabajo. También se debe andar con ojo, como en todos lados: una cosa es un intercambio y otra cosa los que buscan trabajadores gratis, que los hay.

VISITAS. Partiendo de que no es obligatorio visitar todo lo que ponga en las guías (y te lo dicen dos amantes de los museos) selecciona bien lo que quieras ver y consulta sus  tarifas y horarios. La mayoría de los grandes museos europeos ofrecen entrada gratuita los primeros domingos del mes, o las últimas horas del día, o algún día entre semana…E infórmate bien. Acude a oficinas de turismo y pregunta al detalle todo lo que quieras saber, e incluso lo que no. Los profesionales que trabajan allí conocen el lugar como nadie, y tienen la información. Así hicimos nosotros una visita guiada gratuita por el centro de la Mérida yucateca o conseguimos un 3×1 en entradas a los mejores museos que visitamos en Viena, y no eran los que aparecían en las guías.

OTROS. Comer. Comida local, siempre. Será lo más rico y barato. Sal de las zonas turísticas y mézclate con la gente. Descubre los mercados, los puestos callejeros (esos de los que nos han metido tanto miedo), la cocina y la gastronomía autóctona y casera. El bufett del hotel puede estar muy bien, pero jamás hemos encontrado los sabores que hemos descubierto en la calle. El mejor café que hemos tomado en la vida fue en Lisboa, por 20 céntimos, en un bar de barrio lleno de parroquianos. Tampoco habríamos descubierto nunca el pepián, huaraches (con asiento, por supuesto), pupusas, tacos de res, chapulines, tamales, nopal, mil tipos de salchicas del norte de Europa, tartiflette, boudin, andouille…

Pregunta e investiga, nunca sabes qué te puedes encontrar: visitas teatralizadas, apps gratuitas de rutas, locales que te pasearán gratis por sus rincones y garitos favoritos…Y si necesitas más, o información concreta sobre un tema que te interese (historia, arquitectura, arqueología, etc) acércate a la biblioteca local, por diferentes razones. Porque no lo hace nadie, y te atenderán encantados. Porque encontrarás la mejor información para visitar la zona, sin necesidad de comprarte una guía en cada destino que visites, y evitarás ir a los mismos lugares que todos. Porque aprenderás y comprenderás mejor la cultura, historia, evolución y desarrollo de la comunidad en la que estás inmerso, y eso hará de ti un verdadero viajero.

 

Cómo pagar y organizar un viaje

Queremos hacer varias entradas sobre organización de viajes e intendencia, y teníamos claro que este sería el primer tema a abordar. Cuando empezamos a organizar nuestro gran viaje (de eso hablaremos otro día) la cuestión económica fue lo primero que buscamos en otros blogs. Y es cierto que cuesta encontrar información detallada, especialmente en lo que a dinero se refiere, así que vamos a intentar resolverlo.

Lo primero, ¿cuánto cuesta un viaje? Pues es una pregunta tan relativa como difícil de contestar. Nosotros nos lo solemos plantear al revés: tenemos «X» dinero, ¿cómo hacemos el viaje que queremos con eso? Y a partir de ahí, nos ponemos a trabajar:

Hemos pagado 900 euros por una semana de crucero por el Nilo, dos personas, vuelos y hoteles incluidos, por ir a Egipto cuando dejó de estar de moda.

Hemos pagado 500 euros por ir y volver a Cerdeña en ferry, los dos y el coche, incluyendo el hotel de toda una semana, por haber cogido una oferta que no buscábamos.

Pagamos 90 euros por tres noches en Navidad, en una habitación doble en Bilbao, en un lugar encantador del centro, sólo porque su categoría era «pensión».

Hemos hecho viajes a coste casi cero visitando amigos y familiares en cualquier rincón donde estén.

Hemos empleado 1.800 euros para estar seis semanas recorriendo México los dos, cogiendo autobuses para movernos y teniendo en cuenta que casi 1/3 del presupuesto fueron las entradas a zonas arqueológicas (para nosotros eran imprescindibles)

Y como todo en la vida, hemos conocido a gente que pagó mucho más y quien pagó mucho (pero mucho) menos por hacer lo mismo. Cada uno establece sus límites y prioridades. Pero algo es evidente, todos necesitamos tener un dinero para hacerlo. Y ¿de dónde sale? Para nosotros la fórmula es ahorro + viajar barato. Y hoy hablaremos de la primera parte, del ahorro.

Aprender a vivir con menos, con lo realmente necesario, te será muy útil en tu día a día, pero también a la hora de hacer la mochila/maleta y viajar sin lastres. Aquí nos gustaría hacer un inciso. Ahorrar no debería ser algo excepcional, sino que es una pauta, una forma de vida, en un mundo tan consumista. Realmente, no necesitamos todo lo que nos rodea, nuestras posesiones nos poseen y dominan nuestro tiempo y espacio. Y todo esto nos lleva a otro punto, el del minimalismo o decrecimiento; aunque no tenemos sitio hoy para hablar de ello, prometemos hacerlo más adelante. Mientras, os dejamos algunos blogs que hablan del tema y que a nosotros nos han ayudado mucho: no quiero otro pijama, minimo blog. Y queremos citar también a un gran e injustamente desconocido: el lonchafinismo. Toda una filosofía de vida, con mucha ironía pero con consejos muy útiles, que nació en el foro infoburbuja.

Seguimos. Aunque creas que ganas poco y que no puedes ahorrar, te demostramos que no es cierto con un sencillo ejemplo: coge un bote o hucha y échale 20 euros cada semana, como una rutina fija, pase lo que pase. 52 semanas después, tendrás 1.040 euros, más que suficiente para hacer un viaje barato de dos semanas, como poco. Si a esto le añades las propinas de las abuelas, las monedas de dos euros que caigan en vuestras manos (conocida como hucha «Pam2») y cualquier otro ingreso extra, ya tienes un buen fondo para dedicarlo a viajar sin que haya supuesto un roto en tu bolsillo.

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Evita los grandes gastos, todo el dinero que no gastas es tu ahorro. Se acabó eso de fundir toda tu paga extra en compras. En casa, pasad al amigo invisible para navidades y cumpleaños, un solo regalo, pero de calidad. Y lo mismo aplicado a los eventos familiares o con amigos. Haced la cena entre todos, cada uno que aporte algo. Es mucho más económico, menos paliza para quien cocina y se aprecia y valora más todo lo que se comparte.

Vende lo que no necesites y recompra lo que te haga falta en comercios alternativos. La segunda mano nunca estuvo tan de moda, ni demostró ser tan útil.

Lo bueno es que, como todos los hábitos, ahorrar acaba siendo una costumbre natural, y ya no cuesta esfuerzo. Por eso una vez que lo hayas hecho por primera vez, podrás seguir haciéndolo, y cada vez mejor. Cuanto menos consumas menos necesitarás, y menos gastarás. Es como una rueda. Si a esto le añadimos todos los consejos para  viajar barato de la próxima entrada , ya tenemos la fórmula para llegar todo lo lejos que queramos, gastando lo mínimo posible.