Todo lo que una oficina de turismo puede hacer por ti, viajero.

Hay una creencia popular, muy extendida entre lo que se autodenominan «viajeros», huyendo así de la etiqueta «turista» (otro día hablaremos de eso) de no acudir a las oficinas de turismo, por no considerarlas necesarias o útiles para sus intereses, porque ellos se organizan los viajes «por libre» y sólo buscan la información necesaria en guías de viaje, foros y blogs, buscando lo alternativo, hasta que llegas a destino y coincides con los mismos mochileros en todos los lugares, porque vais todos haciendo la misma ruta, con la misma guía en la mano, y haciendo las mismas fotos.

En este post vamos a daros todos los motivos que conocemos para que, a partir de ahora, llamar o visitar la oficina de turismo local forme parte de vuestra rutina de organización del viaje, tanto antes como en destino, porque todo son ventajas y beneficios.

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Intentando ubicarnos con un plano en Eslovaquia…
  • La información es gratis. Sólo por este motivo ya merece la pena acudir a ellas, te ofrecen un servicio sin coste, ¿por qué no aprovecharlo?.  Sólo por coger ese mapa que pintarás con el boli, marcando rutas y lugares, escribiendo en los márgenes y que luego será tu mejor recuerdo del viaje, merece la pena.
  • La información que dan no es estándar, ni lo típico a visitar. Como todo en la vida, la respuesta que se da depende de la pregunta que se hace. Si quieres visitar lo típico, te darán lo típico. Si buscas alternativas, experiencias más personales o tranquilas, sólo tienes que pedirlo así.
  • Y muy relacionada con la anterior: la información es demasiado objetiva. Evidentemente, prima la objetividad, pues las O.T. no tienen intereses en que vayas a uno u otro lugar. Y aunque es cierto que no pueden recomendar lugares, como suele ocurrir en foros y blogs, sí que podemos preguntar cosas muy concretas, hasta dar con la respuesta que buscamos. Un ejemplo. Si queréis un restaurante donde comer el mejor producto, podéis preguntar quién ganó el último concurso gastronómico, y ya tenéis la mejor referencia. Además, ¿nunca os habéis sentido decepcionados por un lugar al que fuisteis tras una recomendación leída en algún sitio? La subjetividad es lo que tiene.
  • Nadie como un local para descubrirte los secretos. Esto mejora de manera proporcional cuanto más pequeño es el lugar a visitar. Si las oficinas son locales o municipales, quienes las atienden suelen ser habitantes de la zona, que se conocen al dedillo cada rincón pintoresco, el mejor enclave o la curiosidad más inesperada. Son una mina de información, aprovéchala.
  • Te pueden ayudar a organizar tus rutas. Conocen las carreteras, los desvíos y los horarios de todo, así que nadie mejor que ellos para ayudarte a organizar tu jornada, aprovechando el tiempo al máximo, evitando rodeos, esperas, etc.
  • En muchos casos, organizan visitas guiadas gratuitas o a precios mínimos. Una buena forma de conocer el lugar de la manera más objetiva, y de la mano de profesionales. En un sector donde prima tanto el intrusismo y donde muchos tours acaban llevándote a comercios y establecimientos, aunque no quieras, porque tienen comisión. Nosotros ya os contamos cómo hicimos una visita guiada gratuita o cómo mejoró nuestra visita por Viena tras descubrir las entradas combinadas a museos que no aparecían en ninguna guía o la posibilidad de visitar Bratislava, apenas a una hora en tren.

 

¿Aún sigues pensando que visitar las oficinas de turismo no merece la pena?

 

Recorriendo el Yucatán: de Cobá y Ek-Balam a Izamal

Como os contábamos aquí, pasamos una semana alojados en Valladolid, porque nos servía como base para visitar las zonas arqueológicas que nos interesaban: Chichén Itzá (ya contamos nuestra desilusión) la maravillosa Cobá y Ek-Balam, que nos sirvieron para quitarnos el mal sabor de boca tras la primera, y acercarnos de verdad a la arqueología y cultura mayas.

Así que para ver Cobá aquel día madrugamos, para levantarnos de noche y tomar un carro hasta el pueblo, y de allí, un paseo hasta la zona arqueológica a primera hora de la mañana, cuando apenas había salido el sol y todavía no hacía calor. Desde la entrada hay apenas 2km de camino por la selva hasta la ciudad, pero todo el mundo te recomienda que contrates, por unos euros, el servicio de una bici-carro y que te lleven hasta la zona arqueológica. Sinceramente, además de una estupidez, es humillante. Es ese tipo de actitudes que detestamos en el turismo, el servilismo de quien acoge y el todo vale de quien visita. Sobra decir que no lo contratamos, y que os pedimos por favor que no lo hagáis vosotros. Ni eso, ni los servicios de muchos niños que hay a las puertas de las zonas arqueológicas ofreciéndose como guías y acompañantes. A nuestra negativa siempre acompañaba la pregunta «¿no tienes cole hoy?» y se acababa tanta amabilidad en un momento. Es increíble que el INAH permita algo así.

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La entrada a la zona de Cobá es un regalo que no hay que perderse

Pero volvemos a Cobá. Su encanto es, precisamente,  estar en medio de la selva y no haber sido excavada en su totalidad, por lo que aún se aprecian muchas construcciones bajo la vegetación cuando paseas por los senderos mayas, los viales de comunicación entre los diferentes puntos de la ciudad, bajo la sombra de la selva, aunque la humedad sigue resultando insoportable.

Cobá es más relajada que Chichén Itzá (bueno, en realidad, todas lo son en comparación con ella), hay menos gente y menos restricciones, y por fin podemos subir a lo alto de una pirámide. La ascensión es un reto, no por lo alto de los escalones, ni por lo empinado de su pendiente, sino por la humedad. Cuesta respirar y nunca tengo la sensación de llenar los pulmones de aire, por lo que toca tomárselo con calma, ayudarse de la soga e ir poco a poco. Pero al llegar arriba compruebas que ha merecido la pena. La selva, que se extiende hasta donde alcanza la vista, no te deja ver la cuidad que acabas de visitar.

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Desde abajo te da pereza, pero desde arriba da miedo.

Nos sentamos e inauguramos lo que será una tradición en todas las pirámides que visitemos: almorzar en lo alto. Mientras los demás suben y bajan con prisa, dedicando el tiempo justo de hacerse una foto, nosotros disfrutamos de las vistas, del ambiente, y cuando se puede, del sobrecogedor silencio de la selva.

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Nuestra nueva afición: pasar el rato en lo alto de las pirámides.

Pero la ciudad de Cobá es mucho más que su pirámide… es un bien conservado juego de la pelota, zona sacra y otros restos interesantes por los que perderse.

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Zona Aqueológica de Cobá.

Al salir todavía nos quedaba tiempo para el viaje de vuelta, así que comimos nuestro primer pollo al estilo maya y paseamos por el humedal de la ciudad nueva.

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El exterior de Cobá también merece un rato

La última zona arqueológica que visitaríamos esa semana desde Valladolid fue Ek-Balam. Aunque no resultó tan fácil encontrar transporte puesto que no hay bus regular hasta el pueblo más cercano, sino una mini-van que te lleva hasta el yacimiento. Además, volvemos a pagar una entrada que consideramos excesiva, y nos empezamos a mosquear, por lo que decidimos, a partir de entonces, seleccionar mejor lo que visitaremos y lo que no, especialmente mientras sigamos en Yucatán.

En un primer momento la zona resulta mal señalizada y con escasa información, que no describe más que obviedades y conjeturas, pero merece la pena. Es realmente diferente a muchas de las ciudades que visitaremos: su arco de entrada, las pirámides gemelas, la gran escalinata de la pirámide principal, los frisos… pocos lugares se nos mostraron tan completos, como libros abiertos de historia viva. Si tuviéramos que escoger una de las tres zonas nombradas, sería esta sin pensarlo.

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Arco de entrada en Ek-Balam
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Ek-Balam y sus pirámides gemelas

Y lo mejor, la acrópolis. Aunque en un primer momento, y vista desde abajo, la escalinata asusta, al empezar a subirla descubrimos, a media altura, que había arqueólogos trabajando en los frisos y las policromías, así que nos quedamos mirando, como bobos. Era la primera vez que vemos más que la piedra pelada, que suele ser lo habitual, y que pudimos ver parte del revoco y el estuco que decoraban los monumentos originalmente, con policromías vivas.

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Desde lo más alto de Ek-Balam apenas se ve nada
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Frisos decorativos en la gran pirámide de Ek-Balam

Al acabar la semana tenemos que pensar en cómo continuar el viaje. Por suerte, el alojamiento está resuelto gracias a Couchsurfing en Mérida, así que sólo tenemos que decidir cómo llegar hasta allí. Decidimos aprovechar y visitar de camino Izamal.

Izamal es un «pueblo mágico», etiqueta que usan en México para señalar su pueblos más bonitos, famoso en este caso por su sencilla arquitectura colonial y por estar pintado todo en amarillo.

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Y a este color lo llamaremos «amarillo Izamal»

Se trata de un pequeño pueblo colonial, organizado en torno al gran monasterio que ocupa la parte principal de la localidad, donde se abre la plaza y se da la vida. De las pirámides que había en época anterior no queda prácticamente nada (sospechamos que la piedra se usaría para levantar el convento).

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Convento de Izamal

Por suerte, es día festivo, y hay feria y mercado lleno de puestos para comer tacos, por supuesto. Así que por unas horas nos mezclamos con la gente, comiendo en la calle, paseando por el mercado, visitando la feria…

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Callejeando y saboreando Izamal, pueblo mágico

… hasta que se hace la hora de coger de nuevo el autobús y llegar al siguiente destino, Mérida, donde nos esperará nuestra primera experiencia con CouchSurfing.

México, el inicio.

Tal día como ayer, hace exactamente un año, aterrizábamos en México con una mochila, poca ropa y muchas ganas. Era el principio de un viaje que no tenía el itinerario fijado, un viaje que sería más intenso y corto de lo que esperábamos, aunque eso, aquel día, todavía no lo sabíamos. Para mí era la primera vez en América, Quique ya había estado antes en Colombia, pero era nuestro primer viaje largo juntos, sin fecha ni billete de vuelta, sin la presión del calendario o del tiempo marcado de unas simples vacaciones. Y ninguno de los dos teníamos ya veinte años.

Pero volvamos al tema. Vamos a intentar contar, en los mismos días pero un año después, nuestro viaje mochilero por un país fascinante y lleno de vida. Seguiremos el recorrido que hicimos, siempre en transporte público, por las ciudades y pueblos que íbamos eligiendo en el mapa, y las zonas arqueológicas visitadas. No seremos pesados con los presupuestos ni las cifras, preferimos hablar de sensaciones, experiencias, de personas y lugares que se cruzaron en nuestro camino y que determinaron de una u otra forma cada decisión tomada, cada visita, cada recuerdo. Vamos a transcribir y poner imagen al diario que fuimos escribiendo durante aquellos meses.

Tras haberlo planeado durante mucho tiempo, y deseado durante años, cogimos un vuelo en Madrid que nos llevaría directos a Cancún, el aeropuerto americano con los vuelos más baratos desde España,y sin hacer escala, aunque no diremos con qué compañía porque no fue una buena experiencia, supongo que es lo que pasa cuando vuelas en líneas low-cost.

 

Habíamos planeado un par de días de playa y tranquilidad antes de empezar a movernos por la península del Yucatán, aprovechando que ya estábamos allí. Y sí, Cancún cumple todos los estereotipos que teníamos de ella: playas increíbles, de arena fina y blanca y aguas cristalinas, pero demasiado calurosas para poder disfrutarlas (la sensación dentro del agua es la de estar bañándote en un tazón de caldo) y mucho turismo de fiesta, todo el del mundo. Aunque eso nos daba igual, nosotros veníamos a disfrutar, a estar en la playa, a descarsar, tumbarnos bajo la sombrilla… y nos quemamos como no lo habíamos hecho en la vida. Nuestra crema solar factor 50 no le hizo ni cosquillas a semejante sol, a pesar de no exponernos directamente. Algo deberíamos haber sospechado cuando vimos a los locales con neoprenos en el agua, y lo confirmamos cuando vimos en el súper las cremas solares mexicanas, con factores rondando el 150. Eso sí, allí aprendimos que existen siete tonos diferentes de azul en el agua del Mar Caribe, ¿los veis?

 

El caso es que en el hostal donde dormíamos conocimos a Ricardo, un jovencito colombiano con el que hicimos migas en seguida, y que nos animó a probar con Couchsurfing. Él había hecho el recorrido que nosotros teníamos previsto hacer (Cancún-Valladolid-Mérida) pero a la inversa, por lo que nos atrevimos a mandar nuestras primeras solicitudes, animados por la recomendación. Una vez resuelto eso, nos centramos en lo que queríamos conocer de México: ruinas mayas y arquitectura colonial.

Valladolid sería nuestro primer destino. Llegamos con un bus de línea regular (sí, los usamos durante todo el viaje, de todas las categorías, y nunca pasó nada) y resultó ser lo que buscábamos: una pequeña y colorida ciudad colonial, que parecía fácil sobre el plano (de las oficinas de turismo mexicanas hablaremos otro día) pero que supuso nuestra primera batalla con las calles numeradas, las paralelas y las perpendiculares. El infierno urbanístico para alguien con tan escasa orientación como yo. Pero Valladolid sería, además, nuestra ciudad base para visitar las principales zonas arqueológicas de la zona: Chichén Itza, Cobá y Ek-Balam.

El primer día que pasamos en Valladolid lo dedicamos a pasear, pues la ciudad, llana en todas sus calles, se deja caminar, encantada de ser contemplada. Se sabe bonita y alegre, sobre todo en su plaza central, el zócalo, y es ciudad turística gracias a su cercanía a ddiferentes ruinas y cenotes, pero de turistas de paso. Pocos hacen noche aquí, por eso, a partir de media tarde, el ritmo se relaja todavía más.

El color. La ciudad sabe que es su gran baza, su punto diferencial, y que, por alguna razón, allí es más intenso, presente en cada fachada, en cada dirección en la que mires.

 

 

   Iglesia de estilo colonial.

 

Incluso tras la tormenta, los colores son lindos. Un chaparrón que nos dejó mojados, pero con una luz preciosa, mucho más de lo que captaba el objetivo de la cámara, a pesar de lo bien que se portaba nuestra pequeña Olympus. Por temas de logística llevábamos la cámara compacta, y no fue tan mal.

 

 

Pronto descubrimos dos imprescindibles en el día a día de la ciudad, casi convertidos en  objetos de culto: las bicicarros y los coches, que aquí llamaríamos clásicos, pero que allí siguen funcionando a la perfección.

 

 

La verdad es que nos costó muy poco dejarnos seducir por la vida del zócalo al caer la tarde, las marquesitas de Valladolid, la fruta helada, las artesanías de verdad, las casas con patio…

 

 

También el chile picante. Que ya sabíamos que existía, y que era frecuente en México, pero no imaginábamos que a semejante nivel: en todas las comidas, EN TODAS, los dulces y la fruta, en la cerveza e incluso en las palomitas de maíz, para ir acostumbrando a los más pequeños a su sabor. Hasta en el champú del pelo. Recuerdo el dia que pedí un helado de fruta y me preguntaron si quería chile… mi respuesta fue «¿por qué?». Ha pasado un año, y sigo sin entenderlo… Eso sí, volvimos con un estómago a prueba de bombas, ja!

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Sin rumbo para encontrarnos…

Llevamos más días de lo habitual sin publicar,  pero tenemos un buen motivo: estamos de viaje. Además queríamos probar otra forma de hacerlo, sin rumbo, sin prisas y, sobre todo, sin lastres. Acercarnos todo lo posible al concepto de «slow-travel», al viajero minimalista, por lo que el proceso de preparación comenzó bastante tiempo antes de lo habitual, pues habia que preparar, sobre todo, la cabeza. Habrá material de sobra para hablar sobre ello. Decidimos dejar en casa lo máximo, incluida la cámara de fotos, y sobrevivir sólo con el telefono y su cargador para el coche, así que nos olvidamos de buscar enchufes. Como inconveniente, no siempre es fácil encontrar una buena conexión  (Hola? Siglo XXI… Mundo rural…) El caso es que salimos de casa hace diez días, sin destino ni rumbo fijo, y sólo una idea: ir despacio. Y así, tras dormir en el Pirineo aragonés en casa de nuestra amiga Eva, quien nos ha inspirado y ayudado con el tema logístico,  cruzamos la frontera por los pueblos y castillos cátaros, aquellos que serían tan castigados durante la cruzada albigense del siglo XIII y que nos ha dejado castillos tan imponentes como el de Foix, y plazas tan maravillosas como la de Mirepoix.

 

Y de ahí, por la maravillosa carretera que pasa por el encantador pueblecito de Fanjeux, hasta Carcassonne. Tal vez sea una rehabilitación sobreactuada, pero nunca nos cansamos de recorrer sus callejuelas.

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Poco después llegamos a Narbona y su casco medieval, y entramos en la Provenza romana,  donde nos seducen los teatros y templos de Nîmes, la impresionante Arlés, Saint Remy de Provence o el teatro de Orange.

 

Y, por supuesto, Avignon, que a pesar de su monumentalidad, nos gustó menos de lo esperado.

Los campos de lavanda se resistían. No sería hasta el final de esa etapa cuando encontrásemos alguno, todavía sin alcanzar su plenitud, dadas las fechas. Pero aún así, de una belleza especial.

 

Estábamos en un cruce de caminos y tocaba elegir: o la carretera costera o los Alpes, y lo tuvimos claro: montaña.

Los Alpes provenzales nos recibieron con la fiesta de la trashumancia, ferias y tradiciones y un paisaje cada vez más bello.

 

Y llegó la frontera de nuevo. Esta vez, Italia.  Por los puertos de montaña, curva tras curva por el Col de Larche entre lagos y praderas hasta Cuneo, nuestra primera ciudad en suelo de la Italia continental, un pequeño aperitivo de Torino, la ciudad desde la que escribimos y donde pasaremos el fin de semana, fiestas de San Giovanni. Pero eso, ya os lo contaremos en otro momento.

 

Seguimos en la carretera.

Cómo pagar y organizar un viaje II

Hablemos de dinero. ¿Cuánto cuesta viajar? Sinceramente, la respuesta es lo que te quieras gastar.

Vamos a organizar el asunto por temas, viendo uno a uno cómo hacerlo de la manera más económica posible.

DESTINO. Este puede ser el primer punto. El mejor consejo que os podemos dar es que suele ser más barato estar abierto a cualquier opción que buscar un lugar concreto. Así, podemos rastrear ofertas de última hora y encontrar chollos y gangas en internet, que nos llevarán a descubrir lugares que tal vez nunca habríamos pensado visitar. Por ejemplo, hace tres años, acabamos yendo a Cerdeña gracias a una promoción que nos llevaba en ferry, con coche incluido, por bastante poco. De esta manera, recorrimos la isla a nuestro aire en una semana que no hemos podido repetir, básciamente, porque desde entonces, los precios están disparados. Esto nos sirvió para conocer una isla que no entraba en nuestros planes, que nos enamoró, y a la que hemos vuelto, pero de otras formas.

Si ya tenemos decidido a dónde ir, nos centraremos en los siguientes puntos para ahorrar en todos los costes. Y esto significa estar abiertos a todas las fórmulas imaginables, como, por ejemplo, que no siempre el vuelo directo es lo más barato, y hacer escala nos puede hacer ahorrar dinero. Para ello, buscadores de vuelos como Skyscanner son tus amigos.

Por supuesto, intenta huir de los destinos de moda, encarecidos, y masificados (suelen tener mala relación calidad-precio) busca un turismo más próximo al habitante local y a la realidad del lugar que visitas. ¿Qué sentido tiene cruzar un océano para tomar el sol y bañarte en una piscina de un resort estilo europeo,  y con cocina occidental, sin salir del mismo?

VIAJE. Tantea todas las opciones posibles, con sus pros y contras. Y ten en cuenta algo que suele olvidarse. el propio viaje puede ser una buena experiencia. Nos centramos tanto en ir lo más rápido posible de un lugar a otro que no pensamos en disfrutar del trayecto como una parte más de las vacaciones, buscando lugares interesantes donde hacer paradas y descansos.

Un vuelo en línea low cost puede a priori ser barato, pero suele ser incómodo. Operan en aeropuertos pequeños y lejanos, lo que añade gastos y tiempos de transporte, que suelen estar inflados, porque no te queda otra opción. Suelen viajar en horarios difíciles, por lo que tendrás que hacer malabares o dormir en el mismo aeropuerto para coger el vuelo, etc. Por suerte, las líneas tradicionales se han puesto las pilas y suelen tener ofertas y promociones bastante interesantes en sus webs. Échales siempre un vistazo y compara.

A pesar de las aparentes ventajas del avión, nosotros cada vez optamos más por evitarlo, por coherencia, cansancio, incomodidad, y, por qué no decirlo, el cada vez peor trato que reciben los viajeros desde que ponen el pie en la terminal.

El tren es muy buena opción para moverse por España/Europa. Sobre todo si cuentas con beneficios (menos de 26 años, más de 65) o si viajas en grupo. El Interrail ya no es lo que era en cuanto a precios, pero es muy fácil moverte por tu cuenta buscando ofertas en internet. Por ejemplo, la tarifa mesa del Ave, en la que si compras los cuatro billetes, salen a muy buen precio (y si no sois cuatro o múltiplo, no te preocupes, hay grupos en facebook creados para buscar gente que haga el mismo trayecto). Mira siempre en las  webs de las compañías ferroviarias, puedes llevarte sorpesas. Nosotros viajamos de Viena a Melk, un pueblo austríaco a los pies de los Alpes, por 40 euros cada uno (aún nos duelen) y sin embargo, el billete de Viena a Bratislava (capital de la vecina Eslovaquia) nos costó 16. No siempre lo lógico es lo más barato.

El autobús puede ser la opción más económica para ir de A a B, pero es más pesado, sobre todo si haces trayectos largos. A veces, una buena oferta de tren, e incluso de avión, te puede llevar de una ciudad a otra por un precio parecido.

Coche. Si quieres autonomía, o vas a moverte por zonas mal comunicadas entre sí, a veces no queda otra opción. Pero puedes economizar tus trayectos con webs como Blablacar, y amortizar el combustible, además de ayudar a otros que buscan transporte.

Caravana. La opción soñada por todos alguna vez, y muchas otras rechazada por cara. Desde luego, comprarse una no está al alcance de cualquiera pero, y ¿alquilarla por unas semanas? Si los precios de alquiler de empresas no se adaptan a tu bolsillo, tal vez la web de alquiler entre particulares puede ofrecerte la independencia que buscas a un precio razonable, pero aún algo elevado. Ideal para recorrer una zona al detalle, tienes la opción de recogerla en destino si viajas a un lugar alejado y darte el capricho sin necesidad de comprar una.

ALOJAMIENTO. Iremos de más a menos, según precio y gustos.

Hotel, gracias a buscadores como Booking y similares, obtener buenos precios es posible. Aunque siempre es buena idea darse una vuelta por la propia web del establecimiento, a veces tienen mejores ofertas. Atento a las promociones de noche gratis o similares.

Hostal, hostel, pensión. Aunque arrastran fama de cutres, por su pasado, actualmente no hay que dejarse engañar por su nombre, hay muchas tan bien cuidadas que no tienen nada que envidiarle  a los mejores hoteles, y el trato suele ser mucho más cercano, por lo pequeño del alojamiento.

Apartamentos. Además de privacidad, te dan la posibilidad de cocinar en casa, lo que supone un buen ahorro, al menos en desayunos y cenas. Aunque en muchos casos los alquileres son elevados.

Alojamientos rurales de cada zona: hospederías (Aragón) Posadas Reales (Castilla) Casas Rurales,etc. Muy económicas si viajas en grupo y muy recomendables si buscas un trato más cercano y cálido.

Albergue. Si lo que prima es la economía por encima de todo lo demás, el albergue es tu amigo, tengas la edad que tengas. En España seguimos teniendo la imagen del albergue como alojamiento cutre sólo para gente joven, pero viajando descubres cómo conviven (y se respetan) todas las edades en una misma habitación. Tambien debes aprender a leer muy bien el destino y su ambiente, no será lo mismo un albergue en Cancún o Amsterdam que uno en Oaxaca.

Alojamiento gratis. Sí, es posible. Aunque en este caso, al no haber intercambio de servicio por dinero lo consideramos más bien economía social, hacemos una pequeña presentación, empezando por el más evidente: alojarte en casa de un amigo o familiar.  Algo que hacemos mucho cuando somos estudiantes y que luego, nadie sabe por qué razón, olvidamos…

Si no conocces a nadie en el lugar de destino, no te preocupes, está todo inventado: Couchsurfing te pondrá en contacto con personas que abren su casa a visitantes, con el añadido de que podrás conocer la ciudad de mano de sus habitantes. Si te mueves en bici, Warmshowers sigue la misma filosofía, pero para amantes de las ruedas. Con muy poca experiencia, aprendes a buscar gente con la que sabes que vas a conectar, y evitas convivencias incómodas, que también puede darse el caso. Si lo que quieres es pasar una larga temporada en un lugar, Workaway es tu lugar, una web donde buscar alojamiento a cambio de servicios o unas pocas horas de trabajo. También se debe andar con ojo, como en todos lados: una cosa es un intercambio y otra cosa los que buscan trabajadores gratis, que los hay.

VISITAS. Partiendo de que no es obligatorio visitar todo lo que ponga en las guías (y te lo dicen dos amantes de los museos) selecciona bien lo que quieras ver y consulta sus  tarifas y horarios. La mayoría de los grandes museos europeos ofrecen entrada gratuita los primeros domingos del mes, o las últimas horas del día, o algún día entre semana…E infórmate bien. Acude a oficinas de turismo y pregunta al detalle todo lo que quieras saber, e incluso lo que no. Los profesionales que trabajan allí conocen el lugar como nadie, y tienen la información. Así hicimos nosotros una visita guiada gratuita por el centro de la Mérida yucateca o conseguimos un 3×1 en entradas a los mejores museos que visitamos en Viena, y no eran los que aparecían en las guías.

OTROS. Comer. Comida local, siempre. Será lo más rico y barato. Sal de las zonas turísticas y mézclate con la gente. Descubre los mercados, los puestos callejeros (esos de los que nos han metido tanto miedo), la cocina y la gastronomía autóctona y casera. El bufett del hotel puede estar muy bien, pero jamás hemos encontrado los sabores que hemos descubierto en la calle. El mejor café que hemos tomado en la vida fue en Lisboa, por 20 céntimos, en un bar de barrio lleno de parroquianos. Tampoco habríamos descubierto nunca el pepián, huaraches (con asiento, por supuesto), pupusas, tacos de res, chapulines, tamales, nopal, mil tipos de salchicas del norte de Europa, tartiflette, boudin, andouille…

Pregunta e investiga, nunca sabes qué te puedes encontrar: visitas teatralizadas, apps gratuitas de rutas, locales que te pasearán gratis por sus rincones y garitos favoritos…Y si necesitas más, o información concreta sobre un tema que te interese (historia, arquitectura, arqueología, etc) acércate a la biblioteca local, por diferentes razones. Porque no lo hace nadie, y te atenderán encantados. Porque encontrarás la mejor información para visitar la zona, sin necesidad de comprarte una guía en cada destino que visites, y evitarás ir a los mismos lugares que todos. Porque aprenderás y comprenderás mejor la cultura, historia, evolución y desarrollo de la comunidad en la que estás inmerso, y eso hará de ti un verdadero viajero.

 

Cómo pagar y organizar un viaje

Queremos hacer varias entradas sobre organización de viajes e intendencia, y teníamos claro que este sería el primer tema a abordar. Cuando empezamos a organizar nuestro gran viaje (de eso hablaremos otro día) la cuestión económica fue lo primero que buscamos en otros blogs. Y es cierto que cuesta encontrar información detallada, especialmente en lo que a dinero se refiere, así que vamos a intentar resolverlo.

Lo primero, ¿cuánto cuesta un viaje? Pues es una pregunta tan relativa como difícil de contestar. Nosotros nos lo solemos plantear al revés: tenemos «X» dinero, ¿cómo hacemos el viaje que queremos con eso? Y a partir de ahí, nos ponemos a trabajar:

Hemos pagado 900 euros por una semana de crucero por el Nilo, dos personas, vuelos y hoteles incluidos, por ir a Egipto cuando dejó de estar de moda.

Hemos pagado 500 euros por ir y volver a Cerdeña en ferry, los dos y el coche, incluyendo el hotel de toda una semana, por haber cogido una oferta que no buscábamos.

Pagamos 90 euros por tres noches en Navidad, en una habitación doble en Bilbao, en un lugar encantador del centro, sólo porque su categoría era «pensión».

Hemos hecho viajes a coste casi cero visitando amigos y familiares en cualquier rincón donde estén.

Hemos empleado 1.800 euros para estar seis semanas recorriendo México los dos, cogiendo autobuses para movernos y teniendo en cuenta que casi 1/3 del presupuesto fueron las entradas a zonas arqueológicas (para nosotros eran imprescindibles)

Y como todo en la vida, hemos conocido a gente que pagó mucho más y quien pagó mucho (pero mucho) menos por hacer lo mismo. Cada uno establece sus límites y prioridades. Pero algo es evidente, todos necesitamos tener un dinero para hacerlo. Y ¿de dónde sale? Para nosotros la fórmula es ahorro + viajar barato. Y hoy hablaremos de la primera parte, del ahorro.

Aprender a vivir con menos, con lo realmente necesario, te será muy útil en tu día a día, pero también a la hora de hacer la mochila/maleta y viajar sin lastres. Aquí nos gustaría hacer un inciso. Ahorrar no debería ser algo excepcional, sino que es una pauta, una forma de vida, en un mundo tan consumista. Realmente, no necesitamos todo lo que nos rodea, nuestras posesiones nos poseen y dominan nuestro tiempo y espacio. Y todo esto nos lleva a otro punto, el del minimalismo o decrecimiento; aunque no tenemos sitio hoy para hablar de ello, prometemos hacerlo más adelante. Mientras, os dejamos algunos blogs que hablan del tema y que a nosotros nos han ayudado mucho: no quiero otro pijama, minimo blog. Y queremos citar también a un gran e injustamente desconocido: el lonchafinismo. Toda una filosofía de vida, con mucha ironía pero con consejos muy útiles, que nació en el foro infoburbuja.

Seguimos. Aunque creas que ganas poco y que no puedes ahorrar, te demostramos que no es cierto con un sencillo ejemplo: coge un bote o hucha y échale 20 euros cada semana, como una rutina fija, pase lo que pase. 52 semanas después, tendrás 1.040 euros, más que suficiente para hacer un viaje barato de dos semanas, como poco. Si a esto le añades las propinas de las abuelas, las monedas de dos euros que caigan en vuestras manos (conocida como hucha «Pam2») y cualquier otro ingreso extra, ya tienes un buen fondo para dedicarlo a viajar sin que haya supuesto un roto en tu bolsillo.

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Evita los grandes gastos, todo el dinero que no gastas es tu ahorro. Se acabó eso de fundir toda tu paga extra en compras. En casa, pasad al amigo invisible para navidades y cumpleaños, un solo regalo, pero de calidad. Y lo mismo aplicado a los eventos familiares o con amigos. Haced la cena entre todos, cada uno que aporte algo. Es mucho más económico, menos paliza para quien cocina y se aprecia y valora más todo lo que se comparte.

Vende lo que no necesites y recompra lo que te haga falta en comercios alternativos. La segunda mano nunca estuvo tan de moda, ni demostró ser tan útil.

Lo bueno es que, como todos los hábitos, ahorrar acaba siendo una costumbre natural, y ya no cuesta esfuerzo. Por eso una vez que lo hayas hecho por primera vez, podrás seguir haciéndolo, y cada vez mejor. Cuanto menos consumas menos necesitarás, y menos gastarás. Es como una rueda. Si a esto le añadimos todos los consejos para  viajar barato de la próxima entrada , ya tenemos la fórmula para llegar todo lo lejos que queramos, gastando lo mínimo posible.