Tarazona y el Moncayo

Este fue uno de esos viajes que haces, sencillamente, porque tienes un amigo que vive allí y vas a pasar unos días a su casa (el antecesor del couchsurfing,o  el viajar pobre de toda la vida) y fue un gran descubrimiento.

El Moncayo es la comarca zaragozana que limita con Soria, Navarra y La Rioja, a las faldas del monte que la bautiza. Una comarca llena de historia y patrimonio.

Nuestra primera parada fue Tarazona, cuya judería sería la primera que visitábamos, un tema de nuestra historia poco conocido para el público general, y que nos ha dejado un rico patrimonio, en forma de calles, barrios y algunos  edificios sobresalientes que hablan de nosotros, de no hace tanto tiempo, de otra España.  Es también una muy buena forma de viajar por todos los rincones del país, diferentes entre sí pero con un punto en común. Si os interesa el tema, encontraréis información en la web de Red de Juderías de España.

 

Tarazona es, también, ciudad de restauración. Años de trabajo en la judería, con una escuela taller; en la catedral, 20 años de labor de de Patrimonio Nacional; o los próximos trabajos en el Palacio Episcopal, han demostrado, además, que la intervención e interpretación del patrimonio son una fuente de trabajo muy a tener en cuenta para el desarrollo del turismo cultural. Por esa misma razón os animamos a visitar la ciudad y la catedral mediante visitas guiadas, no os defraudarán (y os aseguramos que pocas veces en este blog vais a leer este comentario) Magníficas profesionales de la Fundación Tarazona Monumental os acercarán todos los detalles y secretos de cada rincón que visitéis. A nosotros nos robó el corazón la iglesia de La Malena, con ese nombre tan aragonés, tan mudéjar y esbelta su torre…

 

Además, Tarazona tiene en su ayuntamiento una espléndida fachada renacentista, de las mejores del país; una característica plaza de toros y algunas casas colgantes que no tienen nada que envidiar a las de Cuenca.

 

Buenos vinos de la D.O. Campo de Borja y buen ambiente para salir de tapeo. Hay establecimientos para todos los gustos, desde el pequeño y «de toda la vida» para una tapa casi preparada ante tus ojos (el «Visconti»), hasta aquellos en los que merece la pena pasar un buen rato observando el edificio (el «Amadeo I») Y otros muchos para descubrir, por supuesto. Si a todo lo anterior añadimos un entorno natural enclavado en la antigua fontera de los reinos de Aragón y Castilla, poco más se puede pedir.

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