Estando en Chambery, teníamos claro que nuestra primera escapada sería a Annecy. Aunque apenas habíamos visto este destino en otros blogs o webs de viajes, es bien conocida en Francia por su rico patrimonio y su excelente ubicación, a los pies de los Alpes, y porque es surcada por los canales del Lago Annecy, dándole un carácter único, sólo comparable al de la ciudad italiana, con la ventaja de que aquí no hay gondoleros ni serenatas, lo que es de agradecer.
A mitad de camino entre Chambery y Ginebra, apenas una hora en coche. Como casi siempre en Francia, este tiempo puede acortarse si tomas la autopista de peaje, pero tiene mucho más encanto si vas por la nacional. Annecy es una muy buena opción para visitarla desde cualquiera de las dos ciudades, aunque, como todo lo turístico, el encanto aparece cuando se vacían sus calles. Pese a que no somos amigos de las visitas de ida y vuelta en el día, esas que apenas te dejan tiempo para hacer el recorrido propuesto por el folleto, que hace todo el mundo, y las fotos de rigor, el casco antiguo de la ciudad es pequeño, y visitable en unas horas. Si no tienes mucho tiempo, madruga o ve a última hora de la tarde, cuando desaparezcan los cruceros y las mareadas de turistas, y piérdete por sus calles empedradas. Lo agradecerás.
Annecy es mucho más que un par de calles bonitas: es una ciudad con una muy larga historia, y sabe cómo contarla. Por supuesto, también es «Ville d’Art et Histoire«. Todo su centro histórico se conoce como Le Vieil Annecy, y son las calles que discurren a ambos lados del Thiou, el desagüe natural del lago. No confundir con Annecy-le-Vieux, primera población y hoy barrio de la ciudad (para evitar líos con el gps y las señales).
El Palace de l’Isle del siglo XII, también llamado «viejas prisiones», es el monumento símbolo de la ciudad, y dicen que uno de los más fotografiados de Francia. Es un bastión que impresiona por su sobriedad y carácter de fortaleza en su parte trasera, y que, al rodearlo y descubrir su extremo en forma de quilla de barco, en medio del agua de los canales, da una imagen mucho más amable y simpática. Por eso es, sin dudarlo, centro de miles de fotos, «selfies», autoretratos y todo lo que nos podamos imaginar. Lo difícil es hacerle una foto sin gente.
El Castillo de Annecy, antigua residencia de los condes de Ginebra (que nosotros pillamos cerrado por ser martes, día de cierre semanal) pese a la cuesta, da otra perspectiva de la ciudad, menos restaurada, más auténtica, con fachadas sin enlucidos de colores ni arcadas abiertas en los bajos.
La calle y puerta de Sainte-Claire y sus románticos arcos de los siglos XVII y XVIII, siguen acogiendo comercios. Para nosotros, es la calle donde más se nota la influencia italiana, las persianas venecianas, las fachadas de colores… la riqueza de la tierra fronteriza y sus mezclas. La multiculturalidad, que llaman desde hace un tiempo…
Y, por supuesto, la Rue Royale. Donde algunas casas aún conservan el embarcadero propio. Y donde hemos visto la mayor densidad de restaurantes por metro cuadrado, pese a la escasa anchura de las calles laterales.
Pero si, como os decimos, salís de las vías principales, descubriréis la Annecy donde vive la gente. Es sólo ir una calle más allá, salir del «decorado» de la calle que entra y sale al lago y su desembarco continuo de cruceros, y sentir el ritmo de la auténtica ciudad, y sus gentes. Un ciudad amable, y nada cara, por cierto, contra todo pronóstico.
Seguid el curso del agua, hasta llegar al lago…
Y cuando todo se tranquilice (veréis a la gente embarcar de nuevo) volved a entrar en la ciudad, esta vez sí, para recorrerla a gusto. Las terrazas se habrán vaciado y el ritmo volverá a ser pausado. Recorreréis las mismas calles que unas horas antes, y no reconoceréis haber estado en el mismo lugar.
Y entonces sí, disfrutando de cada detalle antes desapercibido, os iréis con la sonrisa de haber disfrutado de la ciudad, a pesar de todo.
Y después, siempre queda la duda: ¿visitar lo más turístico sí o no? ¿Pelear con cientos de personas por hacer la misma foto que todos, o salirte del mapa y buscar en la carretera otros lugares? Una constante latente durante este viaje, que irá marcando nuestras decisiones.