Chambéry, puerta de los Alpes

Viajamos a Chambéry por nuestro motivo favorito: visitar a un amigo. Pero no un amigo cualquiera, no. Uno de esos que hace años que no ves, pero con quien mantienes el contacto y la buena complicidad. El asunto es que nuestro amigo, futuro duque de Saboya (esa es otra historia y hoy tampoco es el momento) es un gran anfitrión, y buen conocedor de la Historia, por lo que nos cruzamos Francia en un trayecto inolvidablemente largo, para verlo. Por cierto, que este viaje fue nuestra primera experiencia con Blablacar, llevando nosotros a otros pasajeros (así cubrimos los gastos de los peajes, que no era poco) y nos gustó.

Las zonas fronterizas tienen el encanto de la mezcla, del mestizaje de gente que va y viene cruzando esas líneas imaginarias, que nunca aparecen dibujadas en el suelo, enriqueciéndolas, y la Saboya reúne lo mejor de haber sido italiana, llevar apenas siglo y medio anexada a Francia, y mirar de igual a igual a los suizos. Casi nada. Además de enclavarse en un entorno natural privilegiado, a los pies de los Alpes.

 

Y es que la historia marca. Ciudad medieval, nacida de las necesidades estratégicas de la histórica dinastía de los Saboya (duques primero, reyes de Cerdeña después) en un histórico cruce de caminos, que le daría vida administrativa y comercial durante siglos, como puerta de entrada y salida entre diferentes reinos y condados, aunque hoy  el alma de la ciudad es su universidad.

 

Su casco antiguo mantiene bastantes construcciones originales, salvo las destruidas en los bombardeos de la II Guerra Mundial, y para nosotros, que veníamos de la Bretaña y sus casas de entramado de madera, Chambery se nos presentaba como una ciudad marcadamente italiana.

 

Pese a toda su importancia, el Castillo apenas conserva nada de su estructura original, tras las adaptaciones hechas hasta llegar a convertirlo en sede de la prefectura. La exposición interior, gratuita, sobre la historia casi milenaria de la dinastía, sus devenires, alianzas con diferentes países europeos y documentos, es más que recomendable si os gusta la historia.

Pero Chambery también guarda secretos fuera de la ciudad. Uno, la casa donde vivió varios años Jean Jacques Rousseau, filósofo ilustrado cuyo pensamiento tuvo gran influencia en la Revolución y posterior Romanticismo, ubicada en medio del campo y rodeada de naturaleza; él mismo cuenta que sus años de estacia allí influyeron decisivamente en su pensamiento, lo que se comprueba en su obra fundamental, «El contrato social», y su cita más conocida: «el hombre es bueno por naturaleza». Aunque la casa en sí no es más que una mera curiosidad, el entorno y el jardín botánico que alberga justifican llegar hasta ella. Además, si el día acompaña, podemos pasear por los mismos montes en los que el filósofo se inspiró, pues está marcada la ruta para llegar hasta la casa, saliendo del barrio de Bellevue, muy cerca del centro.

 

Pero la verdadera joya de Chambery está fuera de la ciudad, el lago Bourget, el mayor lago natural de Francia, ubicado en una de las zonas de montaña más bellas que hemos visto, los macizos prealpinos de Bauges y Jura. De origen glacial, ocupa en la actualidad cerca de 4.500 hectáreas, aunque en sus orígenes pasaba de las 10.000.

Prados

Caballo pastando

 

Además de conocer la propia ciudad, Chambéry nos sirvió de «centro de operaciones» por su situación geográfica, y, aunque no pudimos llevar a cabo todo el plan previsto (siempre nos pasa igual…) fue una semana intensa de visitas y descubrimientos en la región de Rhône-Alpes que poco a poco iremos desvelando.